Ana y Juan.

Mi jefe es mi ex esposo.

Me desperté sola en nuestra cama, con el recuerdo de la discusión de la noche anterior aún fresco en mi mente. Mi esposo, Juan, había dicho que necesitaba espacio, que no podía seguir así .

Pero no me había dicho que se iría para siempre.

Me levanté y busqué su ropa, sus objetos personales. Todo había desaparecido. Me sentí vacía, como si me hubieran arrancado el corazón.

Recorrí la casa, recordando momentos felices, risas y lágrimas compartidas. Pero ahora, todo parecía hueco y silencioso.

(Propiedad de Gisel Dominguez)

En la cocina, encontré una nota sobre la mesa:

"Lo siento. No puedo seguir. Necesito empezar de nuevo. No te buscaré."

Me senté en la silla, con la nota en la mano, y lloré. Lloré por el amor que se había perdido, por la vida que habíamos construido juntos, por la soledad que ahora me rodeaba.

Pero mientras lloraba, algo dentro de mí comenzó a cambiar. Me di cuenta de que no estaba sola, que tenía a mí misma, y que podía empezar de nuevo.

Me levanté, secué mis lágrimas y miré hacia el futuro. La soledad no sería eterna. Había una nueva vida esperándome, una vida que yo misma podría crear.

Y con esa determinación, comencé a caminar hacia un nuevo comienzo.

Dos años después

Me habían pasado como un susurro. Dos años de reconstruir mi vida, de encontrar mi identidad fuera de la sombra de Juan. Me había esforzado por ser independiente, por ser fuerte.

Pero nada me había preparado para esto.

Estaba sentada en la sala de reuniones de la empresa donde acababa de conseguir trabajo, esperando a mi nuevo jefe. La puerta se abrió y entró un hombre que me hizo sentir como si hubiera sido transportada al pasado.

Juan.

Mi ex esposo.

Mi corazón se detuvo.

"Ana", dijo, con una sonrisa que me pareció falsa. "Es un placer verte de nuevo".

Me levanté, tratando de mantener la calma.

"Juan", respondí, con una voz que intentaba ser neutra. "No esperaba verte aquí".

"Yo soy el nuevo director de la empresa", dijo, con orgullo. "Y tú eres mi nueva asistente personal".

Sentí un escalofrío.

¿Cómo podía ser que el hombre que me había abandonado, que me había roto el corazón, fuera ahora mi jefe?

"¿Qué pasó con tu vida?", pregunté, tratando de mantener la curiosidad.

"Empecé de nuevo", respondió, con una mirada intensa. "Y ahora estoy aquí, listo para hacer que esta empresa crezca".

Me sentí incómoda bajo su mirada.

"¿Y qué hay de ti?", preguntó, con una sonrisa. "¿Qué has estado haciendo estos dos años?".

Me encogí de hombros.

"Reconstruyendo mi vida", respondí, con una sonrisa débil.

Juan asintió.

"Bueno", dijo. "Creo que es hora de que comencemos a trabajar".

Me senté, tratando de procesar lo que estaba sucediendo.

¿Cómo iba a trabajar para el hombre que me había abandonado?

Pero algo dentro de mí se negó a rendirse.

Voy a demostrarle que soy fuerte. (Propiedad de Gisel Dominguez)

Voy a demostrarle que puedo sobrevivir.

Y quizás, solo quizás, pueda encontrar la forma de perdonarlo.

Ana se sintió nerviosa mientras comenzaba su primer día de trabajo bajo la supervisión de Juan. No sabía cómo manejar la situación, especialmente porque había mantenido un secreto importante de él.

Durante su matrimonio, Ana había quedado embarazada, pero Juan no lo sabía. Después de que la abandonó, Ana decidió criar a su hija sola, sin revelarle la existencia de la niña.

Su hija, Sofía, tenía ahora dos años y era la luz de su vida. Ana había trabajado duro para proporcionarle todo lo necesario, y ahora estaba lista para avanzar en su carrera.

Mientras trabajaba, Ana no podía evitar pensar en cómo reaccionaría Juan si descubriera la verdad. ¿Se sentiría culpable por abandonarla? ¿Querría conocer a su hija?

Ana se estremeció al pensar en las posibles consecuencias. No estaba lista para enfrentar esa realidad.

En ese momento, Juan se acercó a su escritorio.

"Ana, necesito que me acompañes a una reunión importante", dijo.

Ana asintió y se levantó, tratando de mantener la calma. (Propiedad de Gisel Dominguez)

Mientras salían de la oficina, Ana recibió una llamada de la guardería de Sofía.

"Ana, Sofía está enferma", dijo la voz al otro lado de la línea. "Necesitamos que vengas a recogerla".

Ana se sintió preocupada y confundida. ¿Qué hacer?

Ana se sintió angustiada. No podía dejar de trabajar en ese momento, especialmente con Juan como su jefe. Pero no podía dejar a Sofía sola en la guardería.

"Juan, lo siento", dijo Ana, tratando de encontrar una excusa. "Tengo una emergencia personal. ¿Puedo irme un rato?"

Juan la miró con curiosidad.

"¿Qué pasa?", preguntó.

Ana se sintió nerviosa.

"Mi... mi hermana está enferma", mintió. "Necesito ir a cuidarla."

Juan asintió.

"Está bien", dijo. "Pero regresa lo antes posible. Tenemos mucho trabajo que hacer."

Ana salió corriendo de la oficina y se dirigió a la guardería. Cuando llegó, encontró a Sofía llorando en los brazos de la cuidadora.

"Mamá", dijo Sofía, extendiendo sus brazos hacia Ana.

Ana se sintió aliviada al abrazar a su hija.

"Lo siento, cariño", dijo. "Mamá está aquí."

Mientras llevaba a Sofía a casa, Ana se preocupó por cómo mantener su secreto a salvo. ¿Qué pasaría si Juan descubría la verdad?

De repente, sonó el timbre de la puerta. Ana se sintió nerviosa al abrir y encontrar a Juan en la puerta.

"Ana, olvidé mi portafolio en tu oficina", dijo. "Pensé que podría recogerlo ahora."

Ana se sintió atrapada. Sofía estaba sentada en el sofá, mirando a Juan con curiosidad.

Mi jefe es mi ex esposo. Relato. Parte 2.

Ana se sintió paralizada. ¿Cómo iba a explicar la presencia de Sofía?

"Sofía, cariño, ve a jugar un rato", dijo Ana, intentando distraerla.

Pero Sofía se negó a moverse.

"Mamá, quién es él?", preguntó Sofía, mirando a Juan.

Juan se acercó a Sofía.

"Hola, pequeña", dijo. "Soy Juan, el jefe de tu mamá".

Sofía lo miró con curiosidad.

"¿Eres amigo de mamá?", preguntó.

Juan se sintió incómodo.

"Sí, algo así", dijo.

Ana intentó intervenir.

"Sofía, cariño, ve a jugar..."

Pero Sofía se levantó y se acercó a Juan.

"Tú tienes los mismos ojos que yo", dijo Sofía.

Juan se quedó callado, mirando a Sofía con sorpresa.

"¿Qué... qué edad tienes?", preguntó Juan.

"Sofía tiene dos años", respondió Ana, intentando mantener la calma.

Juan se sintió como si hubiera sido golpeado.

"Ana, ¿qué está pasando?", preguntó.

Ana se sintió atrapada.

"Juan, lo siento", dijo. "No quise que lo supieras de esta manera".

Juan se acercó a Ana.

"¿Sofía es mi hija?", preguntó.

Ana asintió, llorando.

"Sí, lo es", dijo.

Juan se sintió como si su mundo se hubiera vuelto del revés.

"¿Por qué no me lo dijiste?", preguntó, intentando contener su emoción.

Ana se sintió nerviosa.

"Tenía miedo", dijo. "No sabía cómo reaccionarías."

Juan se acercó a Sofía, que lo miraba con curiosidad.

"¿Puedo... puedo abrazarla?", preguntó.

Ana asintió.

Juan abrazó a Sofía, sintiendo una mezcla de emociones.

"Lo siento", dijo, llorando. "Lo siento mucho."

Sofía lo abrazó también.

"Yo te amo, papá", dijo.

Juan se sintió conmocionado.

"Yo también te amo, cariño", dijo.

Ana se sintió aliviada al ver a Juan aceptando a Sofía.

"Pero tenemos que hablar", dijo Ana.

Juan asintió.

"Sí, tenemos mucho que hablar", dijo.

Juan y Ana se sentaron en la sala, con Sofía durmiendo en su habitación.

"¿Por qué no me dijiste que estaba embarazada?", preguntó Juan.

Ana suspiró.

"Estabas muy confundido y perdido después de la discusión. No sabía cómo reaccionarías", dijo.

Juan se sintió culpable.

"Debería haber estado allí para ti y para nuestra hija", dijo.

Ana lo miró con tristeza.

"Tú te fuiste, Juan. Me dejaste sola y embarazada", dijo.

Juan se levantó y se acercó a Ana.

"Lo siento, Ana. Lo siento mucho. ¿Puedes perdonarme?", preguntó.

Ana se sintió dividida entre su amor por Juan y su dolor pasado.

"No lo sé, Juan. Necesito tiempo", dijo.

Juan asintió.

"Entiendo. Pero quiero ser parte de la vida de Sofía", dijo.

Ana sonrió débilmente.

"Me alegra", dijo.

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