La historia del flojo
Hace 2 días
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La historia del flojo es una de esas lecciones que no solo te hará reír, sino que te hará reflexionar profundamente sobre cómo nos enfrentamos a la vida y a nuestros propios sueños.

Hace mucho, en un pequeño pueblo polvoriento, vivía un hombre tan flojo que su esposa, con una mirada que podría asustar hasta al mismo sol, tenía que empujarlo de la cama cada mañana. El flojo, con cara de pereza y pidiendo un poco más de descanso, siempre encontraba excusas para no trabajar .

La esposa, cansada de su falta de motivación, le regañaba constantemente. Pero él, con un bostezo interminable, le respondía: “Algún día seremos ricos sin trabajar. He oído que detrás de esa montaña vive un sabio que sabe cómo hacerse rico sin sudar ni un poquito”. Por supuesto, su esposa, con cejas fruncidas y sin creer ni una palabra, lo mandó a hacer lo que prometía.

El flojo, aunque dudoso, decidió emprender un viaje hacia la montaña, con la esperanza de que el sabio le revelara el secreto para obtener riqueza sin esfuerzo. A medida que caminaba, su paso era tan lento que parecía como si estuviera caminando sobre sacos de arena. A lo largo de su trayecto, se encontró con un lobo flaco, que le pidió ayuda para saciar su hambre. El lobo le explicó que, aunque comía sin parar, nunca se sentía lleno, y le rogó que le preguntara al sabio qué hacer. El flojo, incómodo pero sin prisa, aceptó.

Poco después, el flojo encontró un árbol manzano marchito, cuyas raíces estaban llenas de oro. El árbol también pidió ayuda: si el flojo desenterraba el cofre de oro, el manzano podría volver a dar frutos. Pero el flojo, con su típico desinterés, solo suspiró y siguió su camino.

El último encuentro del flojo fue con un pez grande y triste, que le pidió que le ayudara a deshacerse de algo atorado en su garganta, algo que lo mantenía incómodo y sin poder disfrutar de la comida. El flojo, ya aburrido de ayudar a otros, simplemente le dijo que el sabio podría darle una respuesta y continuó sin hacer nada.

Finalmente, después de horas de caminar, el flojo llegó donde el sabio, un anciano tranquilo y sabio, con barba blanca como la nieve. El flojo, lleno de expectativas, le contó su problema: quería ser rico sin hacer nada. El sabio, sin apartar la vista del cielo, le explicó que había algo que debía hacer. Le dio consejos sobre el lobo, el árbol y el pez, pero, cuando el flojo le preguntó qué debía hacer él, el sabio sonrió misteriosamente y le dijo: “Para hacerte rico sin esfuerzo, solo vuelve por el mismo camino. La fortuna te esperará”.

El flojo, emocionado por la facilidad de la solución, emprendió el regreso a casa. En su camino de vuelta, se encontró nuevamente con el pez, el manzano y el lobo, quienes le pidieron ayuda. Sin embargo, el flojo, ansioso por llegar a casa y ver su riqueza, los ignoró, convencido de que, según el sabio, no tenía que hacer nada.

Al llegar al pueblo, se encontró con el lobo, que lo miró fijamente y le dijo que, al no haber hecho nada cuando tuvo la oportunidad, ahora debía enfrentarse a las consecuencias. El flojo, al darse cuenta de su error, intentó cambiar de opinión, pero ya era demasiado tarde. El lobo, mostrando sus colmillos, se lanzó sobre él, y el flojo no tuvo tiempo de lamentarse.

La moraleja de esta historia es clara y poderosa: el éxito no es fruto de la magia ni de los atajos. Está en el esfuerzo constante, en la acción y en la dedicación que ponemos para alcanzar nuestras metas. El flojo tuvo todas las oportunidades para cambiar su vida, pero eligió la vía fácil y sin esfuerzo, lo que lo llevó a perderlo todo. La riqueza no solo está en lo material, sino en el trabajo, en el esfuerzo diario, en la acción que decidimos tomar. Si realmente deseas alcanzar algo en la vida, recuerda que no hay atajos: el camino al éxito está pavimentado con sudor, dedicación y valentía para enfrentar los desafíos que se nos presentan.

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