El Último Suspiro de un Amor Olvidado
Hace 3 días
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Había algo en la ciudad que parecía susurrar constantemente, como si las paredes mismas conocieran los secretos de los que una vez caminaron juntas por sus calles. Laura miraba por la ventana de su pequeño apartamento, sin realmente ver la ciudad que se extendía frente a ella .

Los edificios y las luces brillaban con la misma indiferencia que los recuerdos que se desvanecían en su mente.


Hace años, el amor había sido tan fuerte que parecía invencible, como un faro brillante que guiaba cada paso. Sus días con Javier fueron una mezcla de risas espontáneas y conversaciones largas hasta el amanecer, pero todo eso, lentamente, se fue disolviendo, como una canción que alguna vez fue popular y que ahora solo se escucha de fondo, casi inaudible.


El primer cambio no fue evidente. No hubo una gran pelea ni palabras crueles, solo el silencio que se fue colando entre ellos. Una palabra no dicha, una caricia ausente. Javier comenzó a pasar más tiempo en su trabajo, y Laura encontró consuelo en los libros, en la soledad que se fue haciendo cada vez más cómoda. Pero en los días más oscuros, ella podía escuchar el eco de las promesas rotas, el murmullo de lo que había sido y ya no sería.


Una tarde, después de meses de no verse, Laura recibió un mensaje. “Tengo algo que decirte.” Las palabras fueron suficientes para que el pasado volviera a su mente como una ola que arrastra todo a su paso. No necesitaba que Javier se presentara con una explicación, porque ya lo sabía. El amor se había ido y, con él, una parte de ella.


Se encontraron en el café que solían frecuentar. Cuando sus ojos se cruzaron, Laura no vio a la persona que había amado. Vio a un extraño, alguien que ya no compartía sus recuerdos, alguien que se había alejado de ella tanto como el tiempo lo había hecho de su corazón.


—Laura... —dijo Javier con una voz que no era la de antes, una que llevaba consigo el peso de un arrepentimiento silencioso.


Ella no respondió de inmediato. En su interior, las palabras eran un eco lejano, algo que ya no tenía sentido. Tomó un sorbo de su café y miró por la ventana, como si la respuesta viniera de algún lugar fuera de ellos, de algún lugar que no tuviera nada que ver con el amor que una vez se prometieron.


—Creo que lo sabíamos desde hace mucho, Javier. —Las palabras salieron de su boca con una calma que no se parecía a la angustia de los días anteriores. El tiempo había hecho su trabajo y, aunque doliera, ya no quedaba nada de la pasión, ni de la esperanza de que todo fuera a mejorar.


Él asintió, comprendiendo lo que ella ya había entendido. No hacía falta explicaciones ni excusas. El amor que una vez los unió ya no estaba ahí. Solo quedaban ecos de algo que se olvidó.


—Lo siento —dijo él, pero sus palabras no parecían tener el peso que solían tener. Eran solo ruido en la quietud de un amor que ya no existía.


Laura sonrió débilmente, sin rencor, pero con una sensación de liberación que nunca creyó que sentiría. El eco del amor perdido resonaba en su interior, pero ya no lo buscaba. Era el sonido de algo que se había ido, pero que al final, había dejado espacio para algo nuevo, algo que aún no sabía qué era, pero que no necesitaba encontrar todavía.


Al levantarse, Laura dejó el café medio lleno sobre la mesa, y con un último vistazo a Javier, salió del lugar. Su corazón, aunque un poco más liviano, seguía latiendo, y en su mente ya no quedaban más ecos. Solo el silencio de lo que alguna vez fue, y la paz de lo que ya no lo sería.




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