El peso de la soledad que dejaste atrás
Hace 2 días
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El sol se filtraba a través de las cortinas, dibujando sombras suaves en el suelo de mi sala. Me desperté, pero no era el sol lo que me había sacado del sueño, sino esa sensación familiar de vacío .

Miré al lado y, como todas las mañanas desde que te fuiste, el espacio a mi lado estaba vacío. Ni tus risas, ni tus palabras llenaban el aire de la habitación. Solo quedaba la fría realidad de tu ausencia.


Hace tres meses que decidiste irte. Dijiste que ya no podías más, que algo dentro de ti había cambiado y que no podías seguir, que el amor se había evaporado como el viento se lleva el polvo. En ese momento, intenté comprender, pero ahora solo queda un eco lejano de tus palabras, como una canción triste que se repite en mi mente, cada vez más borroso, cada vez más lejano.


Caminé hacia la cocina y la taza de café que solía prepararme por las mañanas, la misma que ahora parecía una obligación más que un consuelo. Tu lugar en la mesa estaba vacío. Durante años, la rutina de nuestra vida compartida me parecía algo normal. Pero ahora, cada rincón de la casa me grita que todo ha cambiado. A veces, me pregunto si alguna vez me amaste de verdad o si lo que sentimos fue solo un suspiro que nunca logró convertirse en algo eterno.


Afuera, el mundo seguía su curso. La gente caminaba por las calles, ajena a lo que yo sentía. Veía parejas en los cafés, riendo, conversando, sin saber que yo caminaba en una especie de limbo, donde la soledad pesaba más que cualquier otra cosa. Y lo peor era que, aunque estuvieras lejos, mi mente te buscaba a cada paso, a cada instante. A veces te imaginaba en la esquina, esperando a cruzar conmigo, o viendo una película en la que te gustaba reír a carcajadas. Pero nada de eso ocurría. Solo quedaba el peso de la soledad.


El tiempo, dicen, cura las heridas. Pero hay heridas que no se curan, simplemente se aprenden a cargar, como una mochila llena de recuerdos que cada vez se vuelve más pesada. El hecho de que te hayas ido no significa que haya dejado de amarte, ni que el dolor se haya disipado. El dolor está ahí, en las pequeñas cosas: en la taza de café vacía, en la cama que ya no huele a ti, en la silla de tu escritorio que ahora parece una presencia silenciosa.


Miré la foto en la mesa del comedor, esa en la que sonreíamos, felices, pensando que nada podría separarnos. Sonreí tristemente. El amor, al final, es solo eso: momentos, risas, caricias, promesas. Y luego, el vacío que deja la ausencia.


Hoy, como todos los días, llevo conmigo el peso de la soledad después de ti. El peso de no saber si alguna vez volveré a sentir que el amor es ligero. Y, mientras el sol se oculta, me pregunto si algún día aprenderé a caminar sin esa carga, o si la llevaré conmigo por siempre, como una sombra que no me deja ir.

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