¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?
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El amor, ese enigma que ha obsesionado a filósofos, artistas y científicos por siglos, parece estar en todas partes y a la vez en ninguna. Está presente en libros, canciones, películas y hasta en las promesas fugaces de aplicaciones de citas .

Sin embargo, cuando intentamos descifrarlo más allá del marketing y las expectativas, nos encontramos con un vacío desconcertante: ¿realmente entendemos qué es el amor?

En un mundo donde las conexiones son instantáneas pero las relaciones reales parecen cada vez más escasas, el amor emerge como una paradoja. Somos la generación más conectada de la historia, pero también una de las más aisladas emocionalmente. ¿Cómo se explica este contraste? Quizás, para entenderlo, debamos comenzar por lo básico: ¿Qué es el amor?

Una búsqueda de significado

¿Es el amor una emoción, un estado del ser, o tal vez una construcción social? Desde la antigüedad hasta la modernidad, el amor ha sido definido de múltiples formas, pero con algo en común: es un absoluto. No se ama a medias; se ama con todo o no se ama. Esta intensidad es la que lo convierte en un desafío continuo.

Autores como Erich Fromm han propuesto que el amor no es un sentimiento espontáneo, sino una práctica, un proyecto que exige esfuerzo, disciplina y, sobre todo, un abandono del narcisismo. No basta con querer; amar implica construir, arriesgarse y aceptar al otro con todas sus imperfecciones.

El amor y la alteridad

Amar no es solo una cuestión de deseo o afinidad; es un ejercicio de reconocimiento. Reconocer al otro en su completa alteridad, es decir, aceptarlo tal como es, sin intentar moldearlo a nuestras expectativas. Esta idea, planteada por filósofos como Emmanuel Levinas, nos recuerda que el amor verdadero no busca posesión ni control, sino que respeta la esencia del ser amado.

Sin embargo, este reconocimiento no es sencillo. Implica un choque constante entre dos mundos: el propio y el del otro. En palabras de Levinas, el amor es una "dualidad insuperable", una relación que no elimina las diferencias, sino que las abraza y encuentra en ellas su fuerza transformadora.

El amor en tiempos de consumo

Vivimos en una era de "amor de bolsillo", como lo describe Zygmunt Bauman. Relaciones diseñadas para ser rápidas, ligeras y sin riesgos. Aplicaciones de citas, relaciones casuales y la obsesión por la seguridad emocional nos alejan de la profundidad y la vulnerabilidad que requiere el amor real. En este contexto, el amor se transforma en una mercancía más, algo que se busca sin compromisos, que se consume y se descarta.

Pero ¿qué perdemos en este proceso? Tal vez la respuesta esté en lo que Freud y Lacan sugirieron: el amor no es solo encontrar a alguien, sino enfrentarse a la falta, al vacío que todos llevamos dentro. Amar es aceptar esa carencia y construir algo nuevo a partir de ella.

Un riesgo que vale la pena

El amor es caótico, impredecible y, a menudo, doloroso. Es un péndulo que oscila entre la calma y la tormenta, entre el rechazo y la reconciliación. Sin embargo, su belleza radica precisamente en su incertidumbre. Amar no es encontrar perfección, sino aprender a ver perfección en la imperfección del otro.

Edward Munch lo representó magistralmente en su pintura "Amor y dolor", donde un abrazo ambiguo refleja tanto la reconciliación como la despedida. El amor no es un idilio eterno, pero tampoco un sufrimiento perpetuo. Es una lucha constante, un acto de creación colectiva que desafía las lógicas contemporáneas de individualismo y consumo.

La esencia del amor

Al final, amar es aceptar el caos y el riesgo. Es reconocer que la seguridad absoluta no existe y que en esa incertidumbre encontramos nuestra humanidad más profunda. Amar es construir un mundo nuevo desde la diferencia, un "nosotros" que trasciende el "yo".

Así que, cuando hablamos de amor, no hablamos de perfección ni de un concepto fijo. Hablamos de una apuesta valiente por la conexión, el reconocimiento y la creación. Porque, aunque el amor no sea eterno ni perfecto, sigue siendo lo único capaz de dar sentido al caos de nuestras vidas.

El amor, al final, no es solo un sentimiento. Es la posibilidad de construir algo que valga la pena.

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Hace 5 días
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