Las redes sociales, tal como las conocíamos, están desapareciendo. En sus orígenes, plataformas como Facebook nos ayudaban a mantenernos conectados con nuestros amigos y familiares .
La introducción de Instagram con sus fotos y luego TikTok, con su formato de video y algoritmos hipnóticos, ha transformado radicalmente el panorama. Y lo peor es que, al mismo tiempo, las redes están dejando de ser “sociales”. Se han convertido en plataformas donde lo que realmente importa no es conectarse con seres queridos, sino consumir contenido diseñado para retenernos el mayor tiempo posible.
Lo que comenzó como una forma de mantenernos en contacto con nuestro círculo cercano ahora se ha convertido en un espacio donde vemos videos y fotos de personas que ni conocemos. Los algoritmos deciden por nosotros lo que debemos ver, lo que resulta en una experiencia más pasiva que activa. Ya no interactuamos como antes, sino que nos convertimos en meros observadores de un contenido generado para atraparnos.
Lo más alarmante es que, como resultado de este cambio, las redes sociales están dejando de cumplir su función social. Hoy, las plataformas se asemejan más a la televisión, donde no buscamos conexión, sino solo entretenimiento y, en muchos casos, desconexión de nuestra realidad social. Esto nos lleva a pasar, en promedio, más de 11 horas diarias frente a la pantalla, perdiendo de vista la conexión genuina con las personas que realmente importan.
A medida que seguimos absorbiendo contenido sin cuestionarlo, las redes se han convertido en un espacio de consumo pasivo, y lo que antes nos acercaba a los demás ahora nos aleja más que nunca.
¿Es este el futuro que queremos para nuestras relaciones sociales y nuestra salud mental? El impacto de esta transformación es profundo, y es hora de reflexionar sobre cómo utilizamos nuestras plataformas digitales. Quizás, al igual que con la comida chatarra, necesitamos aprender a balancear y tomar conciencia del daño que pueden causar si las consumimos en exceso.
El cambio está ocurriendo ante nuestros ojos, y aunque las redes no desaparecerán, su esencia social, tal como la conocíamos, está a punto de cambiar para siempre.