Raíces Compartidas: Donde Comienza el Sueño
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ariana y Camila habían sido amigas desde los cinco años, cuando Mariana se cayó de un columpio en el parque y Camila corrió a levantarla con una sonrisa tímida y un pañuelo de flores en la mano. Desde ese momento, eran inseparables .

La vida las llevó por caminos distintos, pero su conexión permaneció intacta.


A sus veintiséis años, ambas enfrentaban crisis personales. Mariana estaba atrapada en un trabajo que detestaba en la ciudad, mientras que Camila, quien nunca dejó su pequeño pueblo, luchaba por mantener el restaurante familiar a flote tras la muerte de sus padres. Aunque distantes, siempre se llamaban los domingos por la tarde para desahogarse y reír.


Un día, en una de esas llamadas, Camila dijo con voz emocionada:
—Mari, ¿recuerdas la casa abandonada en el bosque cerca del lago?
—¿La que decíamos que compraríamos cuando fuéramos ricas? —rió Mariana.
—¡Esa misma! Está en venta, y no es tan cara como imaginamos.


La idea parecía una locura, pero Mariana, cansada de la rutina, sintió un impulso inesperado. Una semana después, renunció a su trabajo, llenó su auto con maletas y condujo hasta el pueblo de Camila. Cuando llegó, la casa estaba igual que en sus recuerdos: una estructura vieja, cubierta de enredaderas, pero con una magia especial.


—¿Estás segura de esto? —preguntó Mariana mientras inspeccionaban las habitaciones llenas de polvo.
—No —admitió Camila—, pero contigo aquí, creo que podemos lograrlo.


Juntas, decidieron transformar la vieja casa en un refugio para viajeros. Era un desafío titánico, pero cada martillazo y cada pared pintada las acercaban más. Mientras renovaban la casa, también reconstruían partes de sí mismas que creían perdidas.


El trabajo no fue fácil. Discutieron por los colores de las paredes, los muebles y hasta por el menú que servirían en su pequeño café dentro del refugio. Pero entre risas y reconciliaciones, lograron convertir su sueño en realidad.


Con el tiempo, "Dos Almas", como llamaron al refugio, se convirtió en un lugar famoso por su calidez y encanto. Mariana encontró la libertad que siempre había anhelado, y Camila descubrió una fuerza que nunca supo que tenía.


Una noche, mientras veían el atardecer desde el porche, Camila le dijo:
—¿Sabes qué es lo mejor de todo esto?
—¿Qué?
—Que nunca tuvimos que ser ricas para comprar la casa, solo necesitábamos un poco de valentía... y a nosotras mismas.


 


Mariana sonrió. Habían encontrado su destino, juntas, como siempre lo habían soñado.

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