Claudia y Sofía eran inseparables desde el jardín de niños. Eran el tipo de amigas que no necesitaban palabras para entenderse .
Al terminar la preparatoria, Claudia recibió una beca para estudiar arquitectura en el extranjero, mientras Sofía, apasionada por la música, decidió quedarse en su ciudad natal para unirse a una banda emergente. La distancia física no les preocupaba demasiado; estaban seguras de que nada podría separarlas. Pero con el tiempo, los mensajes se volvieron menos frecuentes, las llamadas se acortaron y las prioridades cambiaron.
Todo estalló el día que Sofía recibió una noticia devastadora: su madre había sido diagnosticada con una enfermedad terminal. Sofía, desbordada por el dolor, escribió un largo mensaje a Claudia, pero esta, sumida en sus propios problemas y exámenes finales, no respondió de inmediato. Sofía interpretó su silencio como desinterés.
—No te necesito —escribió Sofía en un último mensaje lleno de rabia.
Claudia, dolida, intentó explicarse, pero la distancia y el orgullo hicieron el resto. Dejaron de hablarse.
Pasaron dos años. Claudia regresó al país para una exposición de sus proyectos. Una tarde, caminando por las calles de su antigua ciudad, vio un cartel: Concierto de Sofía y su banda. Algo dentro de ella se removió. Sin pensarlo dos veces, compró una entrada y fue al evento.
Cuando Sofía subió al escenario, Claudia apenas la reconoció. Su amiga tenía un brillo diferente, pero también algo de tristeza en la mirada. Durante una pausa entre canciones, Sofía, con la voz quebrada, dedicó una melodía a "alguien que un día fue mi familia y que espero que aún lo sea". Claudia supo que esa dedicatoria era para ella.
Esa noche, detrás del escenario, se encontraron después de tanto tiempo.
—Lo siento —fue lo primero que dijo Claudia.—Yo también —respondió Sofía.
Se abrazaron como si quisieran recuperar los años perdidos, y en ese instante entendieron que su amistad, aunque golpeada por la vida, seguía intacta. Habían cambiado, sí, pero la conexión que compartían era más fuerte que las heridas del pasado.
A partir de ese día, prometieron nunca volver a dejar que el orgullo las separara. Y esta vez, cumplieron su promesa. Porque su amistad, después de todo, había demostrado ser a prueba de todo.