A Miles de Kilómetros, Pero Siempre Juntas
Hace 3 días
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a pequeña cafetería en la esquina del parque había sido su lugar de encuentro desde hacía más de dos décadas. Cada viernes, sin importar la lluvia, el sol o las complicaciones de la vida, Sofía y Clara se reunían allí para ponerse al día .

Su amistad era un refugio, una constante en un mundo lleno de cambios impredecibles.


Se conocieron en la escuela primaria cuando ambas eran niñas tímidas y solitarias. Un proyecto escolar las obligó a trabajar juntas, y desde entonces se volvieron inseparables. Compartían secretos, sueños y miedos. Pero lo que las unía más era su capacidad de apoyarse mutuamente incluso en los momentos más difíciles.


Un viernes de octubre, Clara llegó antes de lo habitual. Observaba su taza de café mientras el vapor se alzaba en espirales. Estaba nerviosa. Ese día tenía que decirle algo importante a Sofía, algo que había estado guardando durante semanas.


Sofía llegó con su sonrisa habitual, quitándose el abrigo y dejando un aura de energía cálida en el aire. “¡Perdón por la demora! El tráfico está imposible hoy”, dijo mientras se sentaba.


Clara la miró, insegura, pero finalmente decidió hablar. “Sofi, necesito contarte algo… Me han ofrecido un trabajo en otro país. Es una oportunidad increíble, pero estoy asustada de lo que significa para nosotras”.


Sofía quedó en silencio por un momento, el brillo en sus ojos se apagó brevemente. Sin embargo, tomó la mano de Clara con una sonrisa tranquila. “Clari, nuestra amistad no se mide por la distancia. Hemos estado juntas en el corazón desde que teníamos 10 años, y eso no cambiará jamás. Estoy feliz por ti, y te apoyaré en todo lo que necesites.”


Las semanas que siguieron fueron un torbellino de emociones. Clara organizaba su mudanza, mientras Sofía la ayudaba a empacar y escribía una lista de cosas para mantener su conexión viva: llamadas semanales, correos largos y visitas cada vez que fuera posible.


El día de la despedida, Clara lloraba en el aeropuerto, abrazando a Sofía como si el tiempo y la distancia pudieran separarlas realmente. “Prométeme que nunca nos perderemos”, susurró entre lágrimas.


Sofía le devolvió el abrazo con fuerza. “Nunca. Siempre juntas, pase lo que pase.”


Y así fue. Aunque los años pasaron y sus vidas tomaron caminos distintos, sus promesas se cumplieron. Sus llamadas se convirtieron en tradiciones, las visitas eran aventuras, y las cartas llenas de recuerdos seguían viajando de un continente a otro.


 


Porque la verdadera amistad, como la de Sofía y Clara, no conoce fronteras ni límites. Siempre juntas, en cualquier lugar del mundo.

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