Convierte al miedo en tu herramienta
Hace 6 días
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Fue el día en el que más orgullo sentí por mí, estaba por primera vez exponiendo ante personas, que no eran todas conocidas, mi trabajo de escritora. Estaba muy feliz, pero… (siempre hay un, pero) ¿saben qué? Tenía mucho miedo.



Había estado repasando noche tras noche lo que iba a decir.

No quería tener nada anotado.

Solo quería que sea lo mas natural posible, pero obviamente tenia que organizar mis ideas para dar una charla amena y llevadera.

 

Unos días antes, mientras repasaba mi oratoria, una chispa brotó en mi mente .
¿Porque no te haces amiga del miedo? Me estaré volviendo loca - pensé. Bueno quizá si, un poco mas no hace mal a nadie.

 


Es normal tener miedo, es un método de defensa.

Es difícil de controlarlo, dado que sentimos que algo nos puede hacer daño.

El cerebro no puede diferenciar si ese algo es real o imaginario, por lo tanto, se agazapa, se pone a la defensiva cual felino pronto a atacar.


 


Es decir, podes tener miedo a ir rápido en un auto porque obviamente podés chocar y lastimarte o hasta incluso morir.

Pero hay otros miedos que son manejables como, por ejemplo, el que yo estaba enfrentando al hablar en público.

Era mi primera vez.

Algo desconocido para mi cerebro.

Y como justamente era desconocido, tenía miedo.


 


Pero… ¿qué hacer para amigarme?

La chispa que me había llegado esa mañana fue imaginarme que todos disfrutaban y que yo me sentía super contenta y agradecida por estar ahí presentando un trabajo que me había llevado un montón de años.

Me miraba en el espejo de mi baño y sonreía, hablaba como si todos estuvieran escuchando. Veía caras alegres y hasta lágrimas de emoción en los participantes. Eso me llenaba de orgullo.


 


¿Y saben qué? El cerebro aceptó esas imágenes como reales, como vividas y las tomó como herramientas para enfrentar ese futuro desconocido, porque se observó calmo y triunfante. ¡Le gané, logré engañarlo! – pensé. Y me tranquilicé.


 


¡Ah, pero eso sí! ¡Ay, Dios Santo! Cuando llegó el día, mi garganta estaba dura, cerrada y mi cabeza en blanco.

Pensaba… tanto practicar y me pasa esto, ¿qué hago acá? ¿Y si no les gusta? ¿Y si no me aceptan?

Todas las preguntas volvieron, el miedo firme presente, poniendo barreras. ¡El miedo es mi enemigo!


 


Siempre digo, que como soy geminiana, mis gemelas se pelean para ver quien gana, quien tiene la razón. Y mucho más en situaciones como esta, estaban furiosas las dos.

Una se quejaba por todo y la otra ponía paños fríos a la situación.

Pero ya estaba ahí, había dado mi primer paso.

No era poca cosa ¿no? No quedaba otra que, aunque sea a tumbos, avanzar. Era como un bebé. Estaba aprendiendo a caminar con la mirada de todos sobre mí. En ese instante, le recordé a mi cerebro que ya habíamos visualizado ese momento y que todo iba a estar bien. ¿Te acordás o no? – le dije Es importante refrescarle la mente a nuestra mente, valga la redundancia.


 

Entonces, hice un stop. Me senté en el lugar que me habían preparado para ese evento, solté el control racional y me dejé llevar. Básicamente me dejé caer al vacío y el corazón me llegó a la garganta.  Salté de una orilla a la otra y por unos microsegundos interminables, estuve suspendida en el aire y sin aliento.

 


La adrenalina que me produjo era un stress energético y a su vez magnético. Las famosas mariposas en el estómago. Tomé una respiración profunda y mi mente y mi cuerpo se amalgamaron formando un equipo listo, para salir al campo de batalla.


 


Y para mi fue espectacular, me sentí brillar. Mas allá de algún que otro error cometido, a mí no me importó. Y eso fue fantástico porque pude llevar a cabo uno de mis sueños, dar a conocer mis cuentos.



Desde ese día mi cerebro comenzó a adquirir seguridad.

Aprendió a separar sus actos de las reacciones de los demás.

Porque yo todo lo que hice fue con amor, bondad y sinceridad.

Ahí terminó mi responsabilidad, luego el otro pudo haber entendido o no mis mensajes. Depende del propio universo mental de cada uno. Realmente, hubo una muy buena aceptación y mi libro se vendió bien. Fue un regalo monetario, pero lo más valioso fue el aprendizaje.

Se cerró la presentación con una linda música, firma de libros, unos bocados y una cena con amigos y familia.

 


Tengo un portarretrato en mi escritorio con una foto de ese día, que me recuerda que si puedo. Puedo con lo que yo quiera desarrollar y que tengo coraje, aunque tenga miedo. Ser valiente e intentarlo una y mil veces, avanzar a mi propia velocidad. Pero avanzar y vencer el temor al no ser suficiente y al que no me quieran.

 



Ya lo dijo: NELSON MANDELA


“Aprendí que el coraje no era la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El valiente no es el que no siente miedo, sino el que vence ese temor” 



 


 




 

 
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