El Laberinto de las Decisiones
24 Ene, 2025
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Mateo era un hombre metódico.


Desde niño había temido tomar decisiones equivocadas, esa ansiedad por lo incierto lo mantenía atrapado en un ciclo de dudas .

Su vida se reducía a calcular riesgos y prever todas las posibles consecuencias, lo que lo hacía parecer confiable pero distante.



Todo cambió el día que encontró un anillo peculiar en un antiguo mercado de libros. El vendedor, un hombre anciano con ojos claros y sonrisa sabia, se lo ofreció sin pedir dinero a cambio.

 

—Este anillo tiene un don especial —dijo el anciano—.

Cada vez que enfrentes una decisión, sentirá la mejor opción y te lo hará saber.

Pero recuerda, lo que parece correcto no siempre es lo más valioso.

 

Mateo tomó el anillo con escepticismo.

No creía en supersticiones, pero su curiosidad pudo más.

La primera vez que sintió la vibración fue en una cafetería.

Dudaba entre tomar un café o un té, y cuando el anillo vibró levemente en su dedo, pidió el té sin pensarlo.

Esa pequeña señal de guía le dio una extraña sensación de control y seguridad.

 


Con el tiempo, el anillo se convirtió en su brújula.Vibraba para mostrarle el camino en cada encrucijada: qué trabajos aceptar, a quién acercarse y de quién alejarse, qué palabras decir en conversaciones incómodas.


Mateo prosperó en su carrera, evitó conflictos y se rodeó de personas que lo admiraban por su aparente certeza.



Pero algo faltaba.

A pesar de sus logros, una sensación de vacío lo acompañaba cada día.

Las decisiones que tomaba parecían correctas, pero le faltaban emoción y propósito.

Nunca se permitía cometer errores, ni siquiera los pequeños que dan sabor a la vida.

 

Una tarde, caminando por el parque, Mateo vio a un niño que intentaba volar una cometa.

El niño corría de un lado a otro, pero la cometa no se elevaba.

Una y otra vez lo intentaba, con el rostro iluminado por la emoción del intento.

Mateo sintió una punzada de nostalgia.

 

—¿Por qué lo intentas si siempre falla? —preguntó al niño.

 

El pequeño sonrió, mostrando un diente flojo.

 


—Porque cada vez que corro, creo que esta vez funcionará.


Y si no lo intento, nunca lo sabré.



Mateo quedó en silencio. Al observar al niño, notó algo que había olvidado: la belleza del error, la magia de lo inesperado.

Había pasado tanto tiempo evitando equivocarse que se había privado de la posibilidad de aprender y sorprenderse.

 


Esa noche, el anillo volvió a vibrar. Mateo estaba a punto de aceptar una oferta de trabajo importante, pero esta vez, en lugar de seguir la señal, se detuvo. Quitó el anillo y lo dejó sobre la mesa. Se sentó en silencio, permitiéndose escuchar su propia voz interior, esa que había acallado durante tanto tiempo.



A la mañana siguiente, volvió al mercado de libros.

Buscó al anciano, pero no lo encontró.

En su lugar, dejó el anillo sobre una pila de libros, con una nota que decía: "Para quien lo necesite. Pero recuerda: la sabiduría no está en la respuesta, sino en el camino que recorremos para encontrarla."

 


Mateo salió del mercado con una sonrisa en el rostro.


Por primera vez en años, sintió la ligereza de no saber qué vendría después.


Y eso, lejos de asustarlo, lo llenó de esperanza.



Moraleja:

" La vida no se trata de tomar siempre las decisiones correctas, sino de aprender de cada paso, incluso  de los errores. La incertidumbre es un regalo que nos invita a confiar en nosotros mismos y abrazar lo desconocido".
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