El Susurro del Viento: Un Amor que Trasciende el Tiempo y la Distancia?
Hace 2 días
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El viento soplaba suavemente entre los árboles de la antigua ciudad. En la plaza, la gente paseaba sin prisa, ajena a la historia que se tejía en silencio, como un susurro que se escapa entre los dedos .

En lo alto de un edificio olvidado, Emma observaba el horizonte, su mirada perdida en el mar que se extendía hasta el final del mundo. Las olas rompían con fuerza, como si lucharan contra el tiempo, contra lo que ella misma había intentado olvidar.

Hacía ya tres años que había dejado atrás a Samuel, el hombre que había robado su corazón. La vida los había llevado por caminos diferentes, pero en lo profundo de su ser, Emma sabía que algo aún permanecía, un eco lejano de lo que alguna vez fue un amor verdadero.

Habían sido jóvenes, sin miedo al futuro, sin saber que el destino les jugaría una mala pasada. Él, un artista en busca de su propia voz, y ella, una mujer que soñaba con construir una familia. Sus mundos, aunque diferentes, se fusionaron en un instante perfecto. Sin embargo, el tiempo no perdona, y la distancia, implacable, los separó.

El último recuerdo de Samuel era su despedida en aquella estación de tren. El abrazo largo, sin palabras, pero lleno de promesas que nunca pudieron cumplirse. Emma había llorado en silencio, mientras el tren se alejaba, llevándose consigo una parte de su alma. Desde entonces, los días pasaron en una rutina interminable, con la memoria de él siempre presente, pero envuelta en una niebla de dolor.

Un día, al despertar, Emma sintió una extraña necesidad de volver a la estación, de revivir el momento que tanto había marcado su vida. Quizá, pensó, algo en el aire podría cambiar. Se vistió con rapidez, y sin decirle a nadie a dónde iba, caminó por las calles que una vez recorrió junto a él. Cada paso la acercaba a un pasado que no había dejado ir del todo.

Cuando llegó, la estación estaba vacía. La brisa marina acariciaba su rostro, y el sonido de los trenes le traía recuerdos lejanos. Se sentó en un banco, como si esperara algo, alguien. Pasaron los minutos, y nada cambió. Pero entonces, algo extraño ocurrió. Desde la lejanía, una figura apareció entre la niebla. Al principio, pensó que era una ilusión, pero al acercarse, sus ojos se encontraron con los de Samuel.

Él estaba allí, como si el tiempo no hubiera pasado. Su rostro había cambiado, pero había algo en su mirada que permanecía igual. Emma se levantó, su corazón latía con fuerza, pero no podía moverse. Samuel, con una sonrisa tímida, dio un paso hacia ella.

—Emma —susurró, como si no quisiera romper el hechizo de ese momento.

La distancia entre ellos se desvaneció, pero el silencio lo llenaba todo. No necesitaban palabras para entenderse, ya que su amor seguía intacto, suspendido en el aire. Pero algo había cambiado, algo que les impedía estar juntos de nuevo.

—¿Por qué? —preguntó Emma, su voz temblando.

—Porque el amor no siempre es suficiente —respondió él, su mirada llena de tristeza.

Se quedaron allí, en la estación vacía, bajo un cielo gris. La distancia seguía siendo insalvable, pero en ese susurro entre el viento, en ese encuentro fugaz, supieron que siempre serían parte del otro, aunque nunca pudieran volver a estar juntos.














El tren de Samuel llegó, y esta vez, Emma no lloró. Sabía que su historia no había terminado, que seguirían presentes en los recuerdos, en el susurro de la distancia que, aunque lejana, siempre los uniría.

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