Hay espacios en nuestra vida que parecen incompletos, como si algo faltara para llenarlos. Nos asustan, nos incomodan, y a veces hacemos lo imposible por llenarlos con cualquier cosa, aunque no encaje .Pero, ¿qué pasaría si en lugar de temer los vacíos, aprendemos a darles valor?
Los vacíos no son errores ni fracasos, son pausas, momentos en los que la vida nos pide detenernos y escuchar. Nos enseñan a reconocer lo que realmente necesitamos, a dejar de lado lo que solo ocupa espacio. Son un recordatorio de que no todo en la vida tiene que ser constante movimiento.
En el vacío, encontramos preguntas. Preguntas que, aunque difíciles, nos guían hacia respuestas más honestas. ¿Qué es lo que realmente quiero? ¿Qué es lo que me llena de verdad? Sin esos espacios, sería fácil seguir acumulando sin pensar, viviendo en automático.
El vacío también es un lienzo. Donde otros ven ausencia, podemos encontrar posibilidades. ¿Qué podrías crear si dejaras de intentar llenarlo con cosas que no necesitas? Tal vez ese vacío no esté ahí para ser ocupado, sino para recordarte que no necesitas tanto como crees.
La próxima vez que te enfrentes a un vacío, no huyas. Siéntelo, escúchalo. Aprende a convivir con él, porque tal vez lo que llamas "vacío" sea, en realidad, el espacio que necesitas para volver a empezar.
Los vacíos no son el final, son el comienzo de algo nuevo. Y ese algo, aunque aún no lo veas, podría ser lo mejor que está por venir.