Amor Prohibido: La Historia de un Encuentro Imposible?
Hace 5 días
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En un pequeño pueblo costero, donde las olas cantaban melodías antiguas y la brisa llevaba secretos del mar, vivían dos almas destinadas a cruzarse, pero jamás a unirse. Ella, Valeria, hija de una familia noble, había crecido entre libros de historia, jardines adornados y fiestas llenas de máscaras y sonrisas falsas .

Él, Alejandro, un joven pescador de familia humilde, conocía las olas y los vientos mejor que a sí mismo. Su vida estaba marcada por la rutina de la mar, las redes y las historias contadas al calor del fuego.

Un día de verano, cuando el sol parecía más cerca del horizonte, Valeria decidió explorar más allá de los límites de su mundo. Se alejó de la mansión familiar y, siguiendo su instinto, llegó a la playa. Allí, con sus sandalias en la mano, caminaba por la orilla, disfrutando de la libertad que el viento le otorgaba. Fue en ese instante cuando sus ojos se encontraron con los de Alejandro, quien, ajeno a su linaje, estaba reparando su barco en la misma playa.

Un silencio cargado de magia los unió. La diferencia de mundos no parecía existir, solo sus corazones laten al mismo ritmo, como si las olas dictaran una canción que solo ellos podían escuchar. Durante días, se encontraron a la orilla del mar, compartiendo historias, risas y sueños de un amor que no conocía de fronteras. Pero el destino, tan cruel como siempre, tenía sus propios planes.

La familia de Valeria, al enterarse de sus encuentros con Alejandro, reaccionó con furia. Para ellos, un amor entre una noble y un pescador era impensable, un escándalo que amenazaba con destruir su reputación. Valeria fue llevada de inmediato de vuelta a la mansión y se le prohibió volver a ver al joven pescador.

Alejandro, roto por el dolor y la impotencia, pasó días enteros mirando el mar, buscando respuestas en las olas que habían sido testigos de su amor. Pero el mar no podía devolverle lo que más deseaba: estar junto a Valeria.

Pasaron los años, pero el recuerdo de aquella historia de amor no se desvaneció. Valeria, atrapada en las expectativas de su familia, se comprometió con un hombre al que no amaba, una figura vacía que llenaba su vida de lujos pero no de emociones. Alejandro, por su parte, continuó con su vida en el mar, construyendo una familia y una vida sencilla, pero nunca pudo olvidar a la mujer que lo había amado, aunque fuera por un breve momento.

El destino, que los había unido de una forma tan fugaz, los separó para siempre. Sin embargo, el amor que compartieron quedó marcado en sus corazones, como una cicatriz que nunca desapareció.

Muchos años después, cuando ambos ya eran mayores, Valeria volvió al pueblo costero, buscando consuelo en los recuerdos de su juventud. Una tarde, caminó por la misma playa donde se conocieron, esperando encontrar algo que le devolviera la paz. Allí, en la orilla, vio a un hombre mayor reparando su barco. Su corazón dio un salto. Era Alejandro.

Se miraron, pero no se hablaron. Los años y la vida les habían cambiado, pero ese amor, aunque nunca pudo florecer, aún seguía presente en el aire, en la sal del mar. Se acercaron, se tomaron las manos por un breve momento, sin palabras, solo un abrazo silencioso que decía más que mil frases.

El amor que compartieron nunca pudo ser, pero en ese instante entendieron que algunas historias, aunque no se vivan juntas, siempre permanecen en el alma. A veces, el amor eterno no es el que se vive a través de los años, sino el que sobrevive en los recuerdos y las miradas que nunca se olvidan.












Y, como el mar, siempre los mantuvo separados, pero nunca les permitió olvidarse. Eternamente separados, pero siempre juntos en el corazón.

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