Entre Estrellas y Silencio: El Amor Imposible de Elena?
Hace 6 días
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En un pequeño pueblo junto al mar, donde las olas susurraban secretos y el viento siempre parecía traer historias olvidadas, vivía Elena, una joven que había crecido rodeada de naturaleza, pero con una sensación constante de vacío en su corazón. Desde pequeña, soñaba con las estrellas, con esos puntos brillantes que parecían pertenecer a otro mundo .

Cada noche, cuando el sol se escondía y el cielo se vestía de negro, ella se subía al tejado de su casa, mirando las constelaciones con la esperanza de encontrar algo más allá de la oscuridad.

Una noche, mientras contemplaba el firmamento, vio una figura acercándose a la colina cercana. Un joven, con una chaqueta de cuero y ojos tan oscuros como el cielo, se detuvo frente a ella. Su presencia era extraña, como si viniera de otro tiempo o de un lugar lejano. Elena, aunque sorprendida, no pudo evitar acercarse. El chico la miró fijamente y, sin decir una palabra, le tendió una pequeña piedra que brillaba con una luz suave.

—Tómala —dijo con voz grave.

Elena dudó un instante, pero algo en su interior le decía que debía aceptarla. Al tocar la piedra, una sensación cálida recorrió su cuerpo, como si hubiera tocado algo que pertenecía a su alma. Pero antes de que pudiera preguntar más, el joven se desvaneció en la niebla, como una sombra perdida entre las estrellas.

A partir de esa noche, Elena comenzó a tener sueños extraños. En ellos, el joven la guiaba a través de un paisaje lleno de estrellas fugaces y planetas desconocidos. Le hablaba de un amor que trasciende el tiempo, un amor que no podía ser vivido en su mundo, pero que aún así persistía en las estrellas. Le contaba que en algún lugar lejano, sus almas estaban destinadas a encontrarse, pero que las circunstancias no lo permitirían.

Cada noche, los sueños se volvían más intensos. Elena sentía que algo le faltaba, como si esa conexión estelar fuera la única forma de encontrar la paz. Pero había un precio. A medida que se adentraba más en ese universo, su vida en la Tierra comenzaba a desmoronarse. Sus amigos y familiares notaban que ya no era la misma, que sus ojos no reflejaban la luz del sol, sino un vacío profundo.

Un día, decidió ir nuevamente a la colina, esperando encontrar al joven. Pasaron horas, pero no apareció. La piedra en su bolsillo brillaba débilmente, como si le indicara que debía seguir buscando. Pero el silencio que llenaba el espacio era abrumador, y algo en su interior le decía que ya no podía seguir buscando en el lugar equivocado.

De repente, el cielo se abrió en un espectáculo deslumbrante de luces y estrellas fugaces. En ese momento, Elena entendió que, aunque su amor nunca podría ser físico, siempre estaría presente en las estrellas. Su alma estaba conectada con la del joven, pero en un plano que no podía tocar. Ese amor no debía vivirse, sino solo sentirse, como un susurro que se pierde en el viento.

En el silencio de la noche, Elena comprendió que el amor no siempre tiene que ser real para ser eterno. Y aunque nunca podría estar con él en su mundo, su conexión seguiría viva entre las estrellas, en ese espacio lejano donde el tiempo no tiene poder.











Y allí, entre el silencio de las estrellas, Elena encontró finalmente la paz.

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