Entre el Deseo y la Condena: Los Ojos que No Pueden Olvidar?
Hace 6 días
Tiempo de lectura aprox. :
4 min.
0 votos

El sol comenzaba a esconderse detrás de las montañas, tiñendo el cielo de tonos naranjas y morados. Ana caminaba lentamente por las calles empedradas del viejo pueblo, sintiendo el frío de la tarde calar en su piel .

Las calles parecían vacías, pero la sensación de ser observada no la dejaba en paz. Era como si alguien estuviera a su espalda, siguiéndola sin descanso.

Y en cuanto lo pensó, lo vio.

A lo lejos, cerca de la plaza, él estaba allí. Héctor. No era un hombre común para ella, ni mucho menos alguien al que pudiera ignorar. Aquel hombre de mirada profunda y enigmática había sido la causa de su tormento durante meses. Sus ojos, un color oscuro y penetrante, siempre parecían ver más allá de su alma, y Ana sentía que se desvanecía bajo su peso. Había algo en ellos que la cautivaba, algo que la atrapaba cada vez que se cruzaban.

El encuentro había sido accidental. Una vez, en una fiesta de verano, se cruzaron en el jardín, ambos buscando escapar del bullicio. Él le sonrió y, sin decir una sola palabra, la observó como si supiera algo que ella no comprendía. Sus ojos... esos ojos que se habían quedado grabados en su mente desde entonces. La conexión fue instantánea, pero también peligrosa. Ana lo sabía. Los secretos que los rodeaban, las historias ocultas de él, de su familia, y de la suya misma, creaban una barrera invisible que, aunque se sentía como un llamado, también era un abismo.

Desde esa noche, Ana no había podido dejar de pensar en él, aunque intentaba convencer a su mente de que era imposible. Él era un hombre marcado por su pasado, un hombre al que su familia le había prohibido acercarse a ella. Pero lo que más la aterraba era que cada vez que lo veía, sus ojos parecían preguntar si ella sería capaz de romper esas cadenas que los mantenían separados.

Esa tarde, cuando se acercó a él en la plaza, los dos se quedaron en silencio por un largo momento. Héctor no dijo nada, pero sus ojos lo decían todo. Estaba allí, esperándola, tal vez consciente de que ella no podía evitarlo.

Ana, dijo por fin, su voz suave pero firme, como si hablara con alguien a quien ya conocía desde hace mucho tiempo.

Ella intentó hablar, pero no pudo. Sus palabras se ahogaban en su garganta. No podía ignorar lo que sentía, no podía dejar de pensar en el deseo y la culpa que se entrelazaban en su corazón.

No debimos conocernos, murmuró él, como si leyera sus pensamientos. — Tú y yo somos una condena, Ana. Cada vez que nos miramos, caemos más profundo en un abismo del que no podremos salir.

Ana lo miró fijamente, temerosa de lo que sus palabras significaban, pero también deseosa de escuchar más. La atracción que sentía por él no era solo física. Había algo en su dolor, en su lucha interna, que la conectaba con ella de una manera que no entendía. Sin embargo, sabía que esta relación podría destruirlo todo: su familia, su futuro, su paz.

Mis ojos son mi condena, dijo Héctor, mientras sus manos temblaban ligeramente. — Y los tuyos, Ana, son los que me arrastran a este destino del que no puedo escapar.

Ana cerró los ojos por un momento, respirando hondo. A pesar de todo lo que sabía, de todo lo que debía evitar, no podía negar lo que su corazón le dictaba. ¿Sería posible luchar contra el destino? ¿O los ojos de Héctor realmente la habían condenado a un amor imposible? El miedo y el deseo se mezclaban dentro de ella, creando una tormenta que la empujaba hacia él, pero también la alejaba.

¿Qué vamos a hacer? preguntó ella, temblando al ver la angustia reflejada en sus ojos.

Héctor la miró, su rostro marcado por la tristeza, y suspiró. Sabía que no había un futuro para ellos, pero la atracción era demasiado fuerte como para resistirla.

Lo que tengamos que hacer... aunque sea nuestro final.

















Y en ese momento, cuando sus ojos se encontraron, Ana supo que había cruzado la línea. No había vuelta atrás. La condena ya había comenzado.

81 visitas
Valora la calidad de esta publicación
0 votos

Por favor, entra o regístrate para responder a esta publicación.

Adimvi es mejor en su app para Android e IOS.