El Enigma de la Montaña Prohibida: El Amor que Desafió el Destino??
Hace 6 días
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En un pequeño pueblo enclavado entre las montañas, existía una leyenda que todos conocían, pero pocos se atrevían a mencionar. La montaña que se alzaba a lo lejos, conocida como "La Montaña Prohibida", había sido evitada por generaciones .

Nadie sabía con certeza qué había detrás de su misteriosa reputación, pero todos sabían que entrar en su territorio traía consigo una maldición. Los ancianos hablaban de espíritus, de amores rotos y de secretos enterrados bajo sus rocas.

Alicia, una joven curiosa y valiente, había crecido escuchando esas historias. Desde pequeña, había sentido una extraña atracción por esa montaña, como si algo la llamara desde lo más profundo de su ser. Pero sus padres, al igual que el resto del pueblo, la habían advertido siempre sobre el peligro de acercarse a ella. "Es mejor no saber", le decían, "algunos secretos están mejor olvidados".

Sin embargo, a medida que pasaban los años, la curiosidad de Alicia creció. A los 22 años, decidió que ya era hora de descubrir por sí misma qué había tras las leyendas. En una fría mañana de otoño, empacó lo esencial, y sin decirle a nadie, comenzó su caminata hacia la cumbre de la montaña.

El sendero era estrecho y difícil de recorrer. La vegetación espesa y los vientos cortantes parecían querer apartarla, pero Alicia no se dejó intimidar. A medida que ascendía, una extraña sensación de calma la invadía, como si estuviera siguiendo una ruta que ya había recorrido en algún otro tiempo.

Finalmente, después de horas de caminata, llegó a un claro rodeado de altos árboles. En el centro, vio una antigua construcción, una especie de templo olvidado. La estructura, cubierta de musgo y en ruinas, parecía haber estado allí por siglos. Al acercarse, notó que había algo escrito en las piedras de la entrada, palabras que no podía entender, pero que le resultaban extrañamente familiares.

Con el corazón acelerado, Alicia cruzó el umbral y entró en el templo. El aire era pesado, pero dentro, el lugar estaba sorprendentemente intacto. En el centro, una figura tallada en piedra representaba a una joven mujer con un rostro sereno, pero sus ojos parecían mirar a Alicia con una tristeza infinita.

En ese instante, algo dentro de ella despertó. Recordó las historias de su abuela, quien siempre le hablaba de un amor prohibido que había florecido entre una joven del pueblo y un extraño forastero. Un amor que, según contaban, había sido sellado en la montaña, pero que nunca pudo tener un final feliz. La joven había sido condenada a guardar el secreto de ese amor eterno, uno que nadie debía conocer.

De repente, un susurro en el aire la hizo girar. De las sombras, apareció una figura: un hombre de ojos oscuros y una presencia que parecía no pertenecer a ese mundo. Era él, el espíritu de la leyenda, el amante perdido que había quedado atrapado en la montaña.

—¿Has venido a liberar mi alma? —preguntó con voz suave pero cargada de dolor.

Alicia, asombrada, asintió sin palabras. Sabía que había llegado hasta allí no solo por curiosidad, sino porque su destino estaba entrelazado con el antiguo secreto de la montaña.

—Mi amor nunca fue aceptado —continuó el espíritu—, y mi alma quedó condenada a vagar aquí, esperando que alguien con un corazón puro pudiera encontrar la verdad.

Alicia, con una mezcla de tristeza y compasión, escuchó la historia. El amor de los dos jóvenes había sido prohibido, y como castigo, ambos habían sido separados por un hechizo. El joven había muerto en la batalla, y la joven, incapaz de vivir sin él, había quedado atrapada en la montaña, condenada a guardar su secreto.

Ahora, Alicia debía tomar una decisión. ¿Debería liberar el espíritu del joven, dando fin a la maldición y revelando la verdad, o mantener el secreto para siempre, como lo habían hecho todos los habitantes del pueblo antes que ella?

Con el corazón lleno de empatía, Alicia se arrodilló ante la figura y susurró una promesa: "Te liberarás, pero tu historia vivirá en aquellos que estén dispuestos a escucharla".

Un brillo suave iluminó el templo, y la figura se desvaneció, dejando atrás una paz profunda en el aire. Alicia sabía que había hecho lo correcto, pero también entendió que algunos secretos no deben ser guardados en silencio, porque el amor verdadero, aunque prohibido, siempre busca ser liberado.

















Al regresar al pueblo, Alicia nunca volvió a hablar de la montaña, pero su mirada ya no era la misma. Sabía que, aunque la montaña seguía siendo prohibida, su secreto ya no estaba enterrado en las sombras. El amor había sido liberado, y con él, una nueva esperanza había nacido.

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