En un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía Clara, una joven cuya vida transcurría entre los campos verdes y las antiguas calles empedradas. Desde pequeña, había sentido una extraña conexión con el pasado, como si algo o alguien estuviera esperándola, atrapado en el tiempo .

Un día, mientras paseaba por el bosque cercano, Clara tropezó con una piedra cubierta de musgo, revelando un antiguo reloj de bolsillo. El reloj estaba grabado con símbolos que no comprendía, pero lo sintió suyo. Sin saber cómo, el objeto la transportó a otra época, a un tiempo en el que el pueblo aún no existía, cuando el castillo en ruinas estaba lleno de vida.

Allí conoció a Alexander, un hombre cuya mirada intensa la hizo sentir como si lo hubiera conocido siempre. A pesar de las barreras del tiempo, una conexión inexplicable floreció entre ellos. Cada encuentro, cada conversación, parecía borrar la distancia temporal que los separaba. Sin embargo, Clara pronto descubrió la trágica verdad: Alexander estaba atrapado en ese tiempo, condenado a no poder cruzar al futuro, y ella, al usar el reloj, también estaba atada a esa realidad.

El reloj no solo era un vínculo entre ambos mundos, sino también un portal hacia la eternidad. Cada vez que Clara lo usaba, el tiempo se deshacía alrededor de ella, pero su regreso al presente era solo temporal. Con cada viaje, su vida en el futuro se desvanecía un poco más, mientras que su amor por Alexander crecía con la certeza de que su destino estaba sellado. No podía elegir entre el amor que sentía por él y la vida que aún tenía por delante.

Las semanas se convirtieron en meses, y Clara se dio cuenta de que ya no podía vivir en un solo tiempo. Decidió, entonces, hacer lo impensable: quedarse con Alexander, abandonando su vida en el presente para ser parte de su pasado eterno. El reloj, en sus manos, brilló como una última promesa.

En el instante en que Clara decidió quedarse, el reloj se detuvo, marcando el fin de un ciclo. El tiempo dejó de ser una barrera, y ella y Alexander se unieron, no solo como amantes, sino como dos almas que, más allá de las horas y los días, se habían encontrado. En un mundo donde el tiempo ya no los separaba, vivieron su amor en una dimensión que trascendía la vida y la muerte, donde las estaciones no cambiaban y la eternidad les pertenecía.

Pero a veces, en las noches más oscuras, Clara aún escuchaba el eco de su vida anterior, preguntándose si algún día el tiempo volvería a separarlos. Sin embargo, en su corazón sabía que, más allá de todo, su amor era más fuerte que cualquier reloj, más allá de cualquier límite temporal.