El Beso Perdido entre el Tiempo?
Hace 4 días
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Era una tarde cálida de primavera en la que el aire olía a tierra mojada y flores recién abiertas. Julia caminaba lentamente por el sendero del parque, las hojas caídas crujían bajo sus pies mientras su mente vagaba entre recuerdos de un amor que nunca llegó a ser .

En el banco de siempre, al borde del lago, estaba Daniel. Siempre había estado allí, esperándola, o al menos eso creía ella. Pero algo había cambiado.

Se conocieron en un pequeño café de la ciudad, años atrás. La conexión fue instantánea, como si sus almas se reconocieran al primer vistazo. Pero las circunstancias nunca favorecieron su amor. Él, un joven con un futuro prometedor en el extranjero; ella, atrapada en una vida que no lograba dejar atrás. Los dos sabían que algo tan profundo no podía prosperar en la distancia, pero la idea de un "nosotros" permaneció en sus corazones, como un susurro persistente.

A lo largo de los años, se encontraron en varias ocasiones, siempre con una promesa no dicha, un sentimiento a medio expresar. Había algo en los ojos de Daniel, algo en la forma en que sus dedos rozaban brevemente los de Julia cuando se saludaban, que sugería que el deseo de un beso estaba latente entre ellos. Pero nunca se dio. Siempre había algo que los separaba: el momento no era el adecuado, el contexto no era el correcto, o simplemente, el miedo a lo que podría significar ese beso.

Aquel día, en el parque, ella lo vio allí, inmóvil, mirando al lago como si estuviera esperando algo, o tal vez a alguien. Se acercó sin decir una palabra, sabiendo que algo estaba a punto de cambiar. Él levantó la vista y, al verla, su rostro se iluminó con una sonrisa suave, aquella sonrisa que Julia había memorizado.

—¿Qué haces aquí? —preguntó él con una calidez que nunca se había desvanecido, aunque los años de distancia y los caminos separados parecían haberse interpuesto entre ellos.

—Lo mismo que tú, pensaba en el pasado. —Julia se sentó a su lado, mirando el agua en silencio. No podía evitar la sensación de que el destino les estaba dando una última oportunidad.

El tiempo parecía haberse detenido en ese instante. Todo estaba en su lugar, como un escenario que había estado esperando por ellos durante años. El viento acariciaba sus rostros, y la luz dorada del atardecer rodeaba su figura, haciendo que el momento fuera aún más mágico, aún más real. Podían sentir la electricidad en el aire, tan palpable como el latir de sus corazones.

Pero, al igual que siempre, algo los detenía. El miedo al rechazo, el temor a que un solo beso pudiera arruinar todo lo que habían sido. Habían sido amigos, habían sido amantes en sus sueños, pero nunca se habían atrevido a serlo en la realidad.

Julia miró a Daniel, sus ojos brillaban con la misma intensidad de siempre, pero había algo diferente en su mirada. Algo que le decía que él también lo sentía, pero que había llegado a la misma conclusión: era demasiado tarde. Habían sido dos almas separadas por el tiempo y las circunstancias.

—Tal vez… —susurró Julia, pero no pudo terminar la frase.

Él asintió lentamente, como si supiera lo que ella iba a decir.

—Sí, tal vez… —respondió, su voz apenas un susurro.

El viento sopló con fuerza, desordenando sus cabellos y trayendo consigo una sensación de despedida. Ambos se quedaron en silencio, mirándose por última vez, como si pudieran ver en el otro todo lo que nunca pudieron ser.

El beso que nunca fue quedó suspendido en el aire, inmortalizado en ese instante, como una promesa rota que nunca se cumpliría. Y, aunque nunca se besaron, ambos sabían que, en algún rincón de sus corazones, ese beso siempre viviría.

Julia se levantó lentamente, dejando atrás el banco, dejando atrás a Daniel. No se miraron al irse, pero algo en el fondo de sus corazones les dijo que ese amor, aunque imposible, siempre estaría allí, entre ellos, como una historia no contada.

















Y así terminó, el beso que nunca fue.

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