Una de las PEORES producciones de la historia
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El Mago de Oz es una de esas películas que ha marcado generaciones, pero detrás de su colorido mundo y personajes inolvidables, se oculta una historia de sufrimiento y caos en el set que pocos conocen. El rodaje de este clásico de 1939 no fue solo una obra de arte cinematográfica, sino también una pesadilla para sus actores, que enfrentaron condiciones extremas que hoy serían impensables.

La protagonista, Judy Garland, quien interpretó a Dorothy, sufrió tanto física como emocionalmente .

Obligada a seguir una dieta que en realidad era un régimen de inanición, el calor sofocante del set y las críticas constantes sobre su cuerpo la llevaron a desarrollar problemas de autoestima y una adicción a las sustancias que la producción le suministraba para mantenerla despierta y trabajando. Su historia es una de las más trágicas de Hollywood, pues las secuelas de este trato la acompañaron hasta su muerte prematura a los 47 años.

Y Judy no fue la única que sufrió. El actor que interpretó al Hombre de Hojalata, Buddy Ebsen, tuvo que abandonar el rodaje debido a una grave intoxicación por el polvo de aluminio que le cubría el cuerpo. Su reemplazo, Jack Haley, tampoco tuvo suerte, pues la pasta de aluminio que usaron en su lugar le causó una infección ocular que lo dejó fuera de acción por dos semanas. Pero las tragedias no se detuvieron ahí: el espantapájaros, cubierto de pintura, sufrió severos daños en su piel, y la bruja mala, Margaret Hamilton, se quemó gravemente durante una de las escenas más icónicas de la película.

Todo esto ocurrió mientras los actores se enfrentaban a un rodaje que no solo los ponía en peligro físico, sino que también les robaba su bienestar mental. La producción era tan caótica que incluso hubo tres cambios de director antes de que la película se completara. Sin embargo, a pesar de todo el sufrimiento, El Mago de Oz se estrenó como un éxito rotundo, y hoy es considerado uno de los mayores logros de la historia del cine.

Pero, ¿qué hay de la secuela? El regreso a Oz, estrenado años después, nos muestra una versión aún más oscura de este universo. En lugar de la fantasía colorida que recordamos, nos adentramos en un mundo sombrío, casi terrorífico, donde los personajes están sometidos a situaciones extremas y psicológicas. La película, que se aleja de la esencia infantil de la original, explora temas como la locura y la opresión de una manera que dejó una huella profunda en aquellos que la vieron en su infancia.

Este viaje detrás de las cámaras no solo revela las dificultades que enfrentaron los actores, sino también la brutalidad de una industria que, en su afán por crear magia, no dudó en sacrificar el bienestar de quienes la hacían posible. El Mago de Oz es más que una película; es un testimonio de la oscuridad que se esconde detrás del brillo de Hollywood. Y aunque la historia de Dorothy y sus amigos nos haya enseñado sobre la valentía, la inteligencia y el corazón, no podemos olvidar que, en la vida real, algunos de los verdaderos héroes de Oz fueron los que sobrevivieron a las condiciones inhumanas del set.

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