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El banco de la plaza.
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Marianne
Hace
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Dejalo ir.... así dicen, y si yo te sugiero todo lo contrario.
te invito a leer esta historia quizás te pueda ayudar a entender eso de DEJALO IR
El banco de la plaza
Don Julio solía ir cada tarde a la plaza con su nieta, Sofía.
Se sentaban en el mismo banco de madera, bajo la sombra de un árbol antiguo.
Allí compartían risas, historias y helados.
Pero un día, Sofía ya no estaba.
La vida, con sus giros inesperados, había decidido llevársela demasiado pronto.
Desde entonces, Don Julio iba solo al banco.
Se quedaba en silencio, mirando las hojas caer y sintiendo el peso de la ausencia.
La gente que pasaba solía decirle:—Don Julio, ya déjela ir...Es hora de seguir adelante.
Él asentía con una sonrisa débil, pero su corazón se resistía .
¿Cómo podía dejar ir a alguien que había llenado tanto espacio en su vida?
Una tarde, una mujer mayor se sentó junto a él.
Era una desconocida, pero sus ojos parecían entender su dolor.
Después de un rato de silencio, le dijo:—Don Julio…No necesita dejarla ir....... Quédese con ella.
Él la miró con sorpresa, y ella continuó:—No me malinterprete, Soltar no significa olvidarla.... Soltar es aceptar que ya no está aquí físicamente, pero que siempre estará con usted.
Quédate con su risa, con las historias que compartieron, con todo lo que te enseñó.
Aprende a vivir sin su compañía, pero nunca sin su amor.
Don Julio se quedó pensando en esas palabras.
Al día siguiente, volvió al banco, pero esta vez llevó un cuaderno.
Allí empezó a escribir las historias que había vivido con Sofía: cómo le enseñó a jugar a las escondidas, cómo se reían hasta que les dolía el estómago, cómo ella lo llamaba "mi abuelo favorito".
Cada tarde, mientras escribía, sentía que Sofía seguía viva en él.
No la había dejado ir.
La había soltado para que siguiera en paz, pero se había quedado con todo lo que ella le había regalado.
Y así, el banco de la plaza ya no era solo un lugar de recuerdos tristes, sino un espacio donde el amor y la memoria de Sofía vivían en cada palabra que Don Julio escribía.
Soltar no es olvidar, es resignificar.
En la vida, las pérdidas nos enfrentan a un dilema emocional complejo: el mundo parece insistir en que debemos "dejar ir". Pero, ¿qué significa realmente "dejar ir"?
¿Es acaso olvidar lo que fue importante?
¿Renunciar al amor, al impacto, a los recuerdos?
La historia de Don Julio nos recuerda que no se trata de dejar atrás lo que hemos perdido, como si nunca hubiera existido. Soltar, en realidad, significa algo más profundo: es aprender a vivir sin la presencia física, pero manteniendo viva la esencia de aquello que amamos.
Cuando soltamos, resignificamos.
Esto implica:
* Reconocer lo vivido: No podemos cambiar el pasado, pero sí podemos honrarlo.
Cada experiencia compartida con nuestros seres queridos nos ha formado, y esa riqueza es un regalo que no se pierde.
* Aceptar la ausencia física: Soltar no significa negar la tristeza o el vacío, sino darles un espacio en nuestro corazón. Es aceptar que aunque la persona no está aquí, su amor sigue presente.
* Integrar el recuerdo: Cada historia, cada risa, cada enseñanza puede convertirse en parte de quienes somos. Escribirlas, compartirlas, o simplemente recordarlas es una forma de mantener viva la conexión.
* Agradecer: En lugar de enfocarnos en lo que ya no tenemos, podemos dar gracias por lo que sí tuvimos: por el tiempo compartido, por el amor que se dio y se recibió.
Soltar es un proceso que no sucede de la noche a la mañana.
Requiere tiempo, paciencia y, sobre todo, disposición para mirar el dolor y encontrar en él la transformación.
Como el banco de la plaza, podemos transformar un lugar de pérdida en un espacio de amor y memoria.
No te exijas "dejarlo ir" como si fuera una solución rápida.
Si no sabes cómo soltar, no estás solo.
Permítete aprender.
Hablar, reflexionar y pedir apoyo son actos de valentía que te acercan a resignificar tu relación con lo perdido.
Hoy, te invito a dar un pequeño paso: escribe, habla o simplemente reflexiona sobre aquello que amas de lo que has perdido. Porque soltar no es olvidar, es transformar.
El duelo no se mide en tiempo, se mide en cómo nos permitimos vivirlo.
Así que si hoy tu tristeza te acompaña, abrázala.
Déjala enseñarte el poder de lo que sientes, porque ahí, entre las lágrimas, también hay una fuerza que te sostiene y que, poco a poco, te guía hacia un lugar donde el dolor coexiste con la esperanza.
El duelo no es fácil, pero no tienes que enfrentarlo solo.
#dejaloir
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