Historias de terror que dejarán huella en tu mente
24 Ene, 2025
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Hay relatos que no solo te quitan el aliento, sino que penetran profundamente en tus pensamientos, haciéndote cuestionar la seguridad de tu entorno. Estas cuatro historias no solo son escalofriantes, sino también inquietantemente posibles .

Una vez que las leas, no habrá marcha atrás.

1. El intruso inesperado

Era una noche de esas en las que la soledad se sentía como un regalo. Solo en casa, envuelto en suaves sábanas, disfrutando de un documental olvidado en la televisión y mordisqueando las sobras de la nevera. Todo era paz… hasta que escuchó el ruido.

La puerta de entrada crujió, interrumpiendo el silencio. La primera reacción fue confusión: nadie más debería estar en casa. Pero al escuchar pasos pesados subiendo las escaleras, el desconcierto se transformó en puro terror. Saltó de la cama, su cuerpo temblando, y se escondió en el armario, con el tenedor que sostenía como única defensa.

El extraño entró en la habitación con pasos firmes. Su sombra se movía lentamente por las paredes. "Hola", dijo con voz amable, pero esa dulzura no era tranquilizadora. Era una amenaza disfrazada. El intruso miró bajo la cama. Luego, un leve sonido del armario lo delató. Cuando la puerta se abrió, ambos gritaron al unísono.

La confusión duró solo un segundo. Con un grito de puro instinto, el protagonista atacó con el tenedor, clavándolo una y otra vez hasta que el cuerpo dejó de moverse. Jadeando, con lágrimas en los ojos, huyó de la casa, sin mirar atrás. Al detenerse en medio de la calle, sacó su móvil para buscar un nuevo lugar donde esconderse. El problema era evidente: aquella casa no era suya. Y quizás la próxima tampoco lo sea.

2. La voz en la oscuridad

Desde pequeña, los ruidos en la noche siempre habían sido un tormento. No eran crujidos comunes ni el viento golpeando las ventanas. Era algo más. Susurros que parecían surgir de la nada, como si alguien estuviera en la habitación con ella. Nadie más podía escucharlos, pero para ella eran tan claros como el día.

Con el tiempo, la situación empeoró. Empezó a sentir un aliento frío en su cuello, y su presencia en la oscuridad ya no era una simple sensación. Era tangible. A veces susurraba: “Solo soy yo”. Aunque sabía que todo estaba en su mente, no podía evitar temerla.

Esa noche en particular fue diferente. Cuando la presencia se volvió insoportable, corrió aterrorizada al cuarto de su madre. Se acurrucó junto a ella, llorando en silencio. Pero al poco rato, su madre comenzó a moverse incómoda. "Solo soy yo", susurró para tranquilizarla.

El efecto fue el contrario. Su madre se incorporó de golpe, encendió la lámpara con manos temblorosas y tomó el teléfono. “Han vuelto”, dijo con voz quebrada. La pregunta que siempre la atormentó ahora tenía una respuesta devastadora: no estaba sola. Nunca lo estuvo.

3. La promesa rota

Richard buscaba paz en el pabellón psiquiátrico. Trabajar como voluntario allí le ofrecía un respiro del estrés de su vida diaria. Pero no eran los pacientes lo que lo mantenía regresando; era Ana.

Ana era una niña de apenas 10 años, atrapada en un ambiente donde nadie más parecía encajar con ella. Su ansiedad le impedía salir del hospital, y Richard, en un acto de compasión, le prometió que nunca la abandonaría. Pasaron horas hablando, fortaleciendo un vínculo que parecía inquebrantable.

Una tarde, Ana finalmente le confesó su secreto: ella y su madre habían tenido un accidente de tráfico provocado por un conductor ebrio. Su madre murió, y ella, aterrorizada, creía que ese hombre todavía estaba buscando eliminar testigos. Richard, en un intento desesperado por consolarla, le prometió que, si alguna vez el conductor la encontraba, él mismo se encargaría de protegerla.

Esa noche decidió hablar con los médicos sobre la historia de Ana. Pero cuando lo hizo, la respuesta lo dejó helado. “¿Quién es Ana?”, preguntó el médico. Nadie más la había visto, porque no existía. Ana era una proyección de su propia mente, una parte de su conciencia que intentaba lidiar con un pasado traumático. Pero Richard ya había hecho una promesa, y las promesas no se rompen… incluso si son a alguien que nunca existió.

4. La vecina siniestra

Desde la primera noche en la nueva casa, la vecina capturó toda su atención. Una joven de cabello rojo intenso que bailaba despreocupada frente a la ventana. Era hermosa, imposible de ignorar. Pero lo que empezó como una curiosidad pronto se tornó en algo mucho más oscuro.

Una noche, mientras la observaba, vio algo que lo dejó sin aliento. Con un cuchillo en mano, la vecina acababa con la vida de alguien en su habitación. No hubo gritos, solo el reflejo del arma brillando en la penumbra. Su expresión no era de arrepentimiento, sino de satisfacción. Durante los meses siguientes, las escenas se repetían: nuevos visitantes, mismas consecuencias. Y siempre, al final, esa sonrisa siniestra dirigida hacia su ventana, como si todo fuera un espectáculo montado solo para él.

Finalmente, reunió el valor para acercarse a ella. Pensó que tal vez podría unirse, que ella lo aceptaría en su macabra obra. Pero justo cuando estaba decidido, llegó la noticia: su familia se mudaría. La frustración lo consumió. No podía abandonar ese vínculo, esa conexión tan… retorcida.

Días después, al desempacar en la nueva casa, miró por la ventana. Allí estaba una nueva vecina, con cabello rubio esta vez. Pero algo en su sonrisa le resultaba peligrosamente familiar. ¿Era un nuevo comienzo o un juego que nunca terminaría?

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Juancho09 967 puntos Hace 3 horas Juancho09 967 puntos
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Hace 3 horas
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