Si sientes que las personas constantemente te pasan por encima, que acumulas emociones negativas por miedo a hablar o que evitas conflictos a toda costa, no estás solo. Este texto es para ti .
Una persona confrontadora sabe lo que quiere, lo expresa sin problema y lucha por conseguirlo. En cambio, una persona sumisa prioriza tanto las necesidades de los demás que a menudo no sabe ni cómo expresar las propias. Este hábito de ceder constantemente lleva a una dinámica donde otros ganan terreno y los sumisos se sienten atrapados.
¿Te suena familiar?
En estas situaciones, las personas sumisas tienden a evitar conflictos, creyendo que eventualmente serán reconocidas por su esfuerzo. Sin embargo, esto rara vez ocurre. En cambio, terminan sobrecargadas, frustradas y con una sensación de injusticia.
Aunque puede parecer más cómodo reprimir emociones y evitar tensiones, esta estrategia es una trampa a largo plazo. Los problemas no desaparecen. Por el contrario, crecen, se repiten y son más difíciles de abordar con el tiempo.
La clave, según el psicólogo Jordan Peterson, es enfrentar la invasión emocional o física en el momento adecuado. Cuando sientes que te están sobrepasando, tu mente genera imágenes y pensamientos recurrentes sobre la situación. Esto es una señal de que algo necesita ser dicho.
No se trata de entrar en una batalla. Se trata de expresar lo que sientes con claridad y honestidad. Si la idea de hablar te resulta abrumadora:
No siempre significa que tengas la razón y el otro esté equivocado, pero sí que necesitas establecer límites y defender tu espacio.
Ser sumiso no significa que debas seguir permitiendo que los demás te invadan. La fuerza mental no radica en evitar conflictos, sino en enfrentarlos de manera constructiva. Recuerda: los problemas no desaparecen con el tiempo, solo se vuelven más grandes.
Así que la próxima vez que sientas que alguien cruza tus límites, no te calles. Hablar puede ser incómodo en el momento, pero te hará más fuerte en el largo plazo. Es hora de priorizarte a ti mismo.