En una relación, el amor parece ser el pilar que sostiene todo. Pero, ¿qué pasa cuando ese amor comienza a desvanecerse y la tentación de lo prohibido aparece en el horizonte? Las infidelidades no surgen de la nada; son el resultado de un triángulo donde hay tres partes involucradas, cada una con su propia historia y motivación .
Primero tenemos al loco, ese que ha compartido años de su vida con alguien, pero empieza a notar cambios. Pequeños gestos que se transforman en señales, miradas que antes no estaban allí, la monotonía que empieza a apoderarse de todo. El amor ya no es tan intenso, pero la duda lo consume: ¿Será que está perdiendo a su pareja o simplemente está atrapado en una rutina? La confusión se apodera de él, y con ella llega la sospecha. ¿Está su pareja guardando un secreto? Y la pregunta que se repite en su cabeza: ¿Lo sabe él o es solo su imaginación?
Luego está el mago, esa figura astuta que juega con los sentimientos de ambos. El amante que, en su mente, cree que está tomando el control de la situación. Puede que en un principio todo parezca un escape, una pasión arrolladora que lo hace sentir vivo. Pero lo que no ve es que está manipulando el corazón de otro ser humano, mientras oculta sus verdaderas intenciones. El mago, en su intento de obtener lo mejor de ambos mundos, acaba siendo el verdadero responsable de todo el caos, sin comprender las repercusiones de sus actos. Porque la verdad es que, al final, los magos también se equivocan, y sus mentiras salen a la luz.
Y finalmente, el objeto del deseo, esa persona que se convierte en el blanco de todas las miradas y que, muchas veces, desconoce la verdad detrás de la fachada. Para él o ella, es fácil sentirse atraído por la novedad, por esa atención que se recibe cuando no se tiene una relación estable. El amante, sin saberlo, a menudo es víctima de su propia ilusión, creyendo que puede reemplazar lo que otro ha construido, sin entender que lo que comienza como una chispa puede terminar en un incendio.
En este triángulo, nadie gana. La verdad siempre sale a la luz, y el daño es inevitable. El loco se siente traicionado y destruido, el mago pierde su poder, y el amante se da cuenta de que nunca fue el verdadero objetivo. La infidelidad no solo desgasta a quienes están directamente involucrados, sino que deja cicatrices que perduran, recordándoles que jugar con el amor solo lleva a la destrucción.
Así que la próxima vez que sientas la tentación de entrar en este triángulo, piensa en el precio que pagarás. Porque en el juego de la infidelidad, siempre hay víctimas, pero nunca hay ganadores.