Renacer desde Mis Imperfecciones: El Viaje Hacia el Amor Propio?✨
Hace 1 día
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Durante años, Nora luchó contra su reflejo en el espejo. Sus ojos se centraban en los detalles que consideraba defectos: la curva de su nariz, la ligera cicatriz en su mejilla izquierda, las estrías que se extendían en su piel .

Se había enseñado a sí misma que la perfección era la única forma de aceptación, pero a medida que los años pasaban, la lucha solo la desgastaba más.

Un día, después de un largo día de trabajo, se sentó frente al espejo, como lo hacía cada noche. Sin embargo, esta vez algo en ella cambió. En lugar de buscar las imperfecciones, comenzó a observar lo que estaba por debajo de la superficie. Lo que vio no fue una mujer con defectos, sino una persona que había vivido, que había reído y llorado, que había aprendido de sus caídas y celebrado sus victorias. Esa cicatriz en su mejilla no era solo una marca de un accidente, sino un recordatorio de que había superado un miedo profundo. Las estrías en su abdomen le contaban historias de crecimiento y transformación, de momentos de alegría y también de sacrificios.

Nora cerró los ojos y, por primera vez, dejó que su respiración fluyera con calma, sin prisa, aceptando su cuerpo tal y como era. Fue un momento de silencio profundo, como si su alma se reconciliara con ella misma. En ese instante comprendió que no necesitaba ser perfecta para ser suficiente. La perfección no era más que una construcción social, y ella ya era suficiente tal como era.

A lo largo de los siguientes meses, Nora comenzó a abrazar su imperfección. Dejó de ocultar su cicatriz con maquillaje y comenzó a vestir ropa que le gustaba, sin preocuparse si se ajustaba a los estándares que otras personas pudieran tener. Se permitió ser auténtica, con sus altibajos, sus dudas y sus certezas. Con cada paso, se fue liberando de las expectativas ajenas y encontró la libertad en aceptarse tal cual era.

La gente que la rodeaba comenzó a notar el cambio. Su energía era diferente, más radiante, más confiada. Pero lo más importante era que Nora ya no se veía como alguien que debía ser "mejor". Se veía como una mujer completa, valiosa y digna de amor en su forma más auténtica.

Un día, al caminar por el parque, vio a una niña jugando bajo el sol. La pequeña se acercó a ella, sonriendo, y le dijo: “Me gusta mucho tu sonrisa”. Nora se agachó y le respondió: “Gracias, a mí también me gusta la tuya”. No lo dijo por cortesía, lo dijo porque, por fin, Nora había encontrado una forma de mirarse con amor. Había aprendido a abrazar sus imperfecciones, y eso la hacía más hermosa que cualquier estándar de belleza que alguna vez hubiera perseguido.








En ese momento, entendió que la verdadera belleza residía en la aceptación, en ver las huellas de la vida, no como fallos, sino como parte de lo que nos hace ser quienes somos. Abrazar su imperfección no significaba renunciar a mejorar, sino honrar cada paso del camino que la había llevado a ser ella misma.

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