Renacer Desde Mi Propio Reflejo?✨
Hace 2 días
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Cuando Sara miró al espejo por primera vez después de tanto tiempo, no reconoció a la mujer que le devolvía la mirada. Sus ojos, antes llenos de sueños y promesas, parecían vacíos .

Había pasado años buscando aprobación externa, adaptándose a las expectativas de los demás, dejando que las voces ajenas dictaran su vida. Se había olvidado de sí misma, de sus propios deseos, de su poder interior.

Todo comenzó hace algunos años, cuando una relación tóxica la había dejado completamente drenada. Creyó que el amor que daba no era suficiente, que su valor dependía de lo que los demás pensaran de ella. La crítica constante, las inseguridades y los sacrificios por los demás la habían hecho perderse en el camino. Y cuando finalmente dejó esa relación, sintió que quedaba solo una sombra de lo que había sido.

Los días pasaban y, aunque afuera todo parecía ir bien, dentro de ella había un vacío profundo. Comenzó a hacer cosas que la conectaban con su yo más auténtico: leer libros que la inspiraban, caminar por el parque sin rumbo, meditar para escuchar sus pensamientos sin interferencias. Lentamente, fue reconociendo algo importante: su valor no dependía de la opinión de nadie.

Un día, mientras paseaba por la ciudad, se cruzó con una niña que estaba dibujando en una acera con tiza. La niña, al ver a Sara, la miró con una sonrisa amplia y, sin pensarlo, le dijo: “Tienes una luz muy bonita. ¡Me gusta mucho tu energía!”. Esa simple frase tocó algo en su corazón, como si de repente se hubiera encendido una chispa.

A partir de ese momento, Sara comenzó a redescubrirse. Se trató con más gentileza, se perdonó por los errores del pasado, y entendió que no tenía que ser perfecta para ser valiosa. En vez de buscar el amor de los demás, empezó a nutrir su amor propio. Recordó las pasiones que había abandonado, como la escritura y la pintura. Decidió que ya no iba a esperar a que alguien la validara; ella ya era suficiente.

Poco a poco, las piezas comenzaron a encajar. La mujer que un día había perdido su identidad, ahora se levantaba con la certeza de que su valor era inherente, no algo que tuviera que ganarse. Comenzó a rodearse de personas que la apoyaban, pero nunca dejó que fueran ellos quienes definieran su felicidad.

Una noche, mientras contemplaba el cielo estrellado, pensó en todo lo que había superado y lo que había aprendido. No necesitaba que el mundo le dijera que era suficiente. Ella ya lo sabía. Había recuperado su valor, y esa era la mayor conquista de su vida.









Ya no dependía de los demás para sentirse completa. Ahora, su felicidad y su confianza venían de adentro, desde el profundo entendimiento de su propia valía.

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