Desde pequeña, siempre había vivido a la sombra de las expectativas de los demás. Mis padres, con buenas intenciones, querían que fuera exitosa, que tuviera una vida impecable, llena de logros y de reconocimiento .
Recuerdo un día en particular, en el que me encontré mirando al espejo, sin saber quién era realmente. Me veía, pero no me reconocía. Me había convertido en la versión que los demás esperaban, no en quien yo quería ser. Fue en ese momento cuando decidí que necesitaba cambiar, que debía comenzar a vivir mi propia historia, sin depender de las expectativas ajenas.
Comencé a darme espacio para sentir mis emociones, incluso las más incómodas. Dejé de compararme con los demás, entendí que mis errores no definían mi valor, sino que eran lecciones. No fue fácil. Al principio, la ansiedad me invadía cada vez que tomaba decisiones sin la aprobación externa. Pero aprendí a confiar en mis instintos, a escuchar mi voz interior, y poco a poco, comencé a sentirme más fuerte.
Mi valentía no surgió de grandes gestos heroicos, sino de los pequeños actos diarios. Decidir decir "no" cuando algo no me hacía bien, dejar de complacer a los demás solo para evitar el conflicto, y sobre todo, ser honesta conmigo misma. Aprendí a valorar mis talentos, mis pasiones y a disfrutar de mi propia compañía. Ya no necesitaba validación externa, porque había comenzado a valorarme desde adentro.
Un día, mientras caminaba por el parque, vi a una niña jugando, riendo con total libertad, sin importar lo que los demás pensaran de ella. Me detuve un momento y me di cuenta de que esa niña, esa pureza, ya estaba dentro de mí. Solo tenía que redescubrirla. Así fue como entendí que la verdadera valentía radica en ser fiel a uno mismo, en abrazar todas las partes de uno, incluso las que temen ser vistas.
Ahora sé que mi historia no es perfecta, pero es mía, y eso es lo que le da sentido. Mi valentía está en cada paso que doy hacia la libertad de ser quien soy, sin pedir permiso ni disculpas. Y, al final del día, mi mayor logro no es lo que los demás piensan de mí, sino el amor y el respeto que me he ganado a mí misma.