Bajo la máscara del odio?
Hace 2 días
Tiempo de lectura aprox. :
6 min.
0 votos

El sol apenas se filtraba entre las nubes grises cuando Olivia entró al salón de clases, y la sensación de incomodidad la invadió instantáneamente. Era su primer día en la nueva escuela y, para empeorar las cosas, había tenido que enfrentarse a Adam Carter, el chico más popular y arrogante del instituto .

Aquel encuentro no había sido un accidente; era inevitable, pues desde que Olivia se había mudado a esa ciudad, todos le hablaban de él.

Adam estaba en la mesa más cercana a la ventana, observando su teléfono móvil con desdén. Cuando Olivia se acercó para tomar asiento, él no levantó la mirada, pero su actitud lo decía todo: la indiferencia que rayaba en el desprecio. Olivia dejó caer su mochila con un poco más de fuerza de la que pretendía, haciendo que él finalmente alzara la mirada.

—¿Tienes alguna idea de lo que significa ser educada? —le espetó Adam, sin perder la postura de superioridad.

Olivia frunció el ceño. Aquella no era la primera vez que él la descalificaba de esa manera, pero era la gota que colmaba el vaso.

—No, no tengo ni idea —respondió con una sonrisa irónica—. ¿Tú me lo podrías enseñar?

Adam la miró fijamente durante un momento, como si estuviera evaluando si valía la pena contestar. Decidió que sí.

—Eres diferente —dijo, más como una afirmación que como una pregunta—. Nadie en su sano juicio quiere meterse con los Carter.

A Olivia le costaba respirar ante la arrogancia de sus palabras. Adam no solo se sentía superior, sino que también disfrutaba de esa sensación. A ella le molestaba, más de lo que quería admitir. La rabia burbujeaba en su pecho, y la necesidad de demostrar que no era como el resto de sus compañeros se hacía cada vez más grande.

Durante las semanas siguientes, Olivia y Adam se cruzaron en los pasillos, se lanzaron comentarios hirientes, y se desafiaron en cada clase. Parecía que el odio entre ellos se intensificaba con cada palabra, con cada mirada. Olivia se preguntaba por qué Adam la odiaba tanto. ¿Era porque no encajaba en su mundo perfecto? ¿O había algo más debajo de esa fachada de arrogancia?

Un día, después de clase, Olivia decidió seguir su instinto y se dirigió a la biblioteca, buscando un poco de paz. Pero, para su sorpresa, encontró a Adam allí, sentado entre montones de libros. Estaba solo, algo que no era común, ya que siempre estaba rodeado de su círculo de amigos.

Olivia lo observó un momento antes de acercarse. Decidió que no valía la pena intentar ser cortés, pero algo la detuvo. Una pequeña chispa de duda brilló en su interior. Tal vez había algo más que una rivalidad tonta entre ellos. Tal vez, solo tal vez, Adam no era tan seguro como parecía.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, intentando sonar indiferente.

Adam levantó la vista, sorprendido por su presencia, pero rápidamente se recuperó.

—Estudio. ¿Qué te trae por aquí, Olivia? ¿También vienes a hacerme compañía? —dijo con tono sarcástico.

Olivia se acercó más y observó las hojas de su cuaderno. Estaba trabajando en un proyecto, pero las notas estaban completamente desordenadas, casi ilegibles. La imagen del chico tan perfecto y confiado que había creado en su mente se desmoronó un poco.

—Parece que necesitas ayuda —dijo ella, sin pensarlo demasiado—. No soy experta en este tema, pero si quieres, puedo echarte una mano.

Adam la miró con desconfianza, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar. Olivia también se sorprendió, pero su orgullo no le permitió echarse atrás.

—No necesito ayuda de una chica como tú —respondió él, pero su voz sonaba menos segura de lo habitual.

Olivia lo miró fijamente, sin entender por qué, pero algo en su tono le hizo dudar. Decidió, entonces, ir más allá.

—No soy como tú piensas —dijo con calma—. No soy una "chica cualquiera" ni quiero competir contigo.

Adam pareció vacilar. Bajó la vista y, por un momento, Olivia pudo ver la frágil vulnerabilidad en su rostro. Aquella imagen, aunque fugaz, desmoronó por completo la idea que tenía de él. En algún lugar debajo de su actitud de chico popular, Adam parecía estar lidiando con algo mucho más profundo.

Sin saber por qué, Olivia se sentó a su lado y comenzó a ayudarlo con su proyecto. Aunque al principio se sentía incómoda, pronto la conversación se suavizó. Hablaron de cosas que no tenían nada que ver con la escuela, de libros, de música, incluso de sus familias. Y, poco a poco, Olivia empezó a ver a Adam de una manera completamente diferente.

Lo que empezó como una relación llena de desprecio, comenzó a transformarse en una amistad silenciosa, en la que las palabras ya no eran necesarias. Adam se volvió más abierto, y Olivia empezó a entender que su comportamiento había sido solo una fachada. Bajo la superficie del odio, había miedo, inseguridad y una necesidad de ser aceptado que, paradójicamente, solo lograba alejarlo aún más de los demás.

Un día, mientras caminaban juntos hacia la salida de la escuela, Adam, por primera vez, sonrió genuinamente a Olivia.

—Gracias —dijo, casi en un susurro—. No solo por la ayuda, sino por… no juzgarme.

Olivia sonrió de vuelta, aunque no dijo nada. Ya no sentía odio, solo una conexión inesperada, profunda, que había nacido bajo la superficie de la rivalidad.




























El tiempo pasó, y lo que comenzó como una enemistad se transformó en algo más. Algo real, algo auténtico. Porque, a veces, lo que parece ser odio es solo el miedo a mostrarse vulnerable. Y, a veces, el amor nace donde menos lo esperamos: bajo la superficie del odio.

138 visitas
Valora la calidad de esta publicación
0 votos

Por favor, entra o regístrate para responder a esta publicación.

Adimvi es mejor en su app para Android e IOS.