El sonido del timbre en el pasillo de la escuela resonó, pero Lucas no se movió. Sus ojos estaban fijos en la pizarra, pero su mente estaba a años luz de la lección que su profesor intentaba dar .
"Ya basta, Lucas", la voz de Camila cortó sus pensamientos. "¿Por qué siempre tienes que ser tan difícil?"
Él la miró de reojo, sus ojos oscuros reflejando un enojo que no era nuevo. Camila, su rival de siempre, la chica que siempre conseguía lo que quería, la que nunca dejaba que las reglas de la escuela o las expectativas de la gente la frenaran. Y a él, le caía mal. Siempre.
"¿Dificil? ¿Yo?" Lucas se giró en su asiento para enfrentarla, su tono desafiante. "Eres tú la que no sabe cuándo callarse, Camila."
Ella se cruzó de brazos, mirando al frente. "No todo es un juego de poder, Lucas. A veces las cosas son más simples de lo que piensas."
"¿Y tú qué sabes de eso? ¿De lo que realmente importa?" Lucas se levantó, las palabras saliendo con rabia, sabiendo que estaba perdiendo el control, pero sin importarle. "Solo eres una niña que nunca ha tenido que enfrentarse a las consecuencias de sus propios actos."
La clase terminó y los dos salieron, con un silencio tenso entre ellos. Era raro verlos juntos sin pelear, pero parecía que había algo inevitable en su relación. Siempre estaban chocando, y esa chispa de rivalidad nunca desaparecía. Sin embargo, había algo más en todo eso, algo que ni ellos mismos entendían.
Esa tarde, Lucas se encontró con Camila de nuevo en el parque. No era común que se cruzaran fuera de la escuela, pero esa vez fue diferente. Camila estaba sentada en una banca, mirando el atardecer, una imagen tan inalcanzable para él como su propio destino.
"¿Por qué estás aquí?", preguntó Lucas sin rodeos, caminando hacia ella.
Camila suspiró, no lo miró a los ojos de inmediato. "Porque necesitaba un respiro de todo eso."
"¿De todo qué?"
"De ti, de tus constantes peleas, de tus miradas llenas de ira." Finalmente, levantó la vista. "Y de la promesa que nunca cumpliste."
Lucas frunció el ceño, sin saber a qué se refería. "¿Promesa?"
Ella lo miró, su mirada mezcla de tristeza y dureza. "Una promesa que hiciste hace años, cuando dijiste que siempre estarías allí para mí."
El silencio se instaló entre ellos, pesado y denso. Lucas se sentó a su lado, una mezcla de culpa y confusión formándose en su interior. No recordaba aquella promesa, pero algo en su interior le decía que era algo importante, algo que de alguna manera había fallado.
"Lo siento," murmuró él, finalmente rompiendo el silencio. "Nunca quise que las cosas fueran así. Siempre pensé que tenías todo bajo control, y me olvidé de lo que realmente importaba."
Camila lo miró, sorprendida por sus palabras. "¿Te olvidaste?"
"Sí," dijo él, mirándola directamente a los ojos. "Te olvidé, Camila. Te vi como una rival, como alguien a quien tenía que vencer, no como una persona que también estaba luchando por encontrar su lugar."
Ella lo miró en silencio durante un momento, y por primera vez en mucho tiempo, la tensión entre ellos pareció desaparecer. "Quizá estamos más parecidos de lo que pensábamos", susurró Camila.
Las peleas no se detuvieron de inmediato, pero algo había cambiado. Las promesas no siempre eran fáciles de cumplir, y a veces se perdían en el camino. Pero al final, lo que realmente importaba era que aún quedaba tiempo para redimirlas.
Lucas y Camila ya no eran solo enemigos; eran dos personas que, a pesar de todo, sabían que sus peleas siempre habían sido una forma de protegerse. Y quizás, solo quizás, en algún momento, esas promesas olvidadas tendrían una segunda oportunidad.