El sol se ponía sobre la ciudad, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rojizos. En el centro de la plaza principal, Valeria caminaba con paso firme, su mirada fija al frente, evitando el bullicio que la rodeaba .
Desde que su antiguo compañero, Nicolás, había regresado a la ciudad, todo parecía cambiar. Él había sido su rival más cercano, su competencia constante, el chico al que nunca pudo derrotar en el juego de los negocios. Durante años, la presencia de Nicolás había sido una sombra en su vida, siempre al acecho, siempre desafiándola. Pero en su mente, él no era solo un rival; era una herida abierta, un recordatorio constante de sus propios límites.
Hace meses, cuando Nicolás había abandonado la ciudad sin explicación, Valeria había sentido una extraña mezcla de alivio y victoria. Pero ahora, al verlo nuevamente en la misma plaza, esa sensación se desvaneció. En su lugar, una chispa de frustración y rencor encendió su pecho.
“Valeria”, una voz grave y familiar la interrumpió, y ella giró, con la sensación de que el tiempo se había detenido. Allí estaba él, como si nada hubiera pasado, con esa sonrisa arrogante que tanto odiaba. Nicolás la observaba con la misma mirada desafiante que siempre la había inquietado. Su postura era relajada, pero había algo en sus ojos que delataba la tensión bajo su superficie.
“Veo que aún recuerdas cómo saludarme”, dijo él, cruzando los brazos sobre el pecho.
Valeria no pudo evitar soltar una risa amarga. “¿Qué haces aquí, Nicolás? Pensé que habías dejado todo atrás.”
Él dio un paso hacia ella, su presencia imponiendo una tensión palpable entre ambos. “Volví a la ciudad para hacer negocios, pero parece que las cosas no han cambiado mucho. Sigues tan… competitiva como siempre.”
El tono de su voz estaba impregnado de ironía, pero había algo más. Algo que Valeria no pudo descifrar, pero que la hacía sentirse incómoda. La chispa de rencor que había sentido al verlo no era solo por la competencia pasada; había algo más profundo, una conexión no resuelta entre ambos que nunca había tenido espacio para florecer.
Ambos se miraron durante un largo momento, el aire entre ellos cargado de una energía eléctrica. En lugar de gritarse como en otras ocasiones, el silencio era denso, casi pesado, como si ambos se reconocieran a través del tiempo y las heridas.
“Nunca creí que volverías a cruzarme el camino”, dijo Valeria, su voz suave pero desafiante.
Nicolás dio un paso más cerca, y por primera vez, sus ojos mostraron algo más que competitividad. “Quizás la pregunta debería ser, ¿por qué nunca dejamos de cruzarnos?”
La frase la golpeó como una ola, y Valeria sintió una mezcla de rabia y atracción que no podía controlar. Su relación había estado marcada por la rivalidad, pero en ese instante, en medio de la tensión, algo comenzó a desmoronarse dentro de ella. Las murallas que había levantado alrededor de su corazón parecían desvanecerse, y la ira se transformaba en algo más peligroso: deseo.
Ambos sabían que sus vidas se habían cruzado demasiadas veces, que su conexión iba más allá de la competencia profesional. Había una historia no contada, una atracción reprimida por años, que ahora estaba aflorando con fuerza.
“Nicolás…” Valeria susurró, sin saber qué decir.
Él no respondió con palabras. En cambio, se acercó lo suficiente para que su aliento tocara su rostro, y en un gesto inesperado, la besó. Un beso lleno de pasión contenida, de todo lo que no habían dicho en los años de rivalidad. La rabia se disolvió, y lo que quedó fue un fuego abrasador que encendió cada fibra de su ser.
Cuando finalmente se separaron, ambos respiraban con dificultad. Valeria miró a Nicolás, sus ojos llenos de confusión y deseo. El odio había sido solo una sombra que los había cubierto durante tanto tiempo, pero ahora, en ese momento, el rencor parecía disiparse en la luz de algo más poderoso: la pasión que había estado latente entre ellos, esperando el momento adecuado para emerger.
“Quizás este es el comienzo de algo nuevo”, murmuró Nicolás, su voz ronca.
Valeria no respondió de inmediato. En su mente, las palabras de él resonaban, pero algo dentro de ella sabía que las sombras del pasado no desaparecerían fácilmente. Sin embargo, por primera vez en mucho tiempo, ella se permitió imaginar que la luz de esa pasión podría ser suficiente para quemar las viejas heridas, para transformarlas en algo más que simples recuerdos de rencor.
Y así, en medio de la rivalidad y la atracción, Valeria y Nicolás se dieron cuenta de que tal vez no todo en sus vidas debía ser una lucha constante. A veces, las mayores batallas se libran en el corazón.