La verdad es que, para mí, no fue tan relevante en mi vida. Apenas me acuerdo de lo que aprendí en ese tiempo, pero sí que hay momentos que, aunque no los recuerdo con mucha claridad, aún me sacan una sonrisa .
Uno de los recuerdos más divertidos que tengo es sobre los exámenes. Estoy seguro de que todos, en algún momento, hemos caído en la tentación de copiar. Si no lo hiciste, tal vez lo pensaste hacer, verdad? Yo, la verdad, recuerdo muy pocas veces que haya copiado, pero sí lo hice. Mi primera vez fue en un examen de esos en los que el profesor era tan despistado que todos estábamos copiando abiertamente frente a él. Y ahí estaba yo, con mi celular en la mano. ¿Qué podía hacer? Me di un vistazo rápido a las respuestas y, en cuanto el profesor levantó la mirada, hice como que estaba escribiendo. ¡Por suerte no me descubrió! Pero la sensación de terror mientras pensaba que me iba a atrapar… ¡no se la deseo a nadie! Así que, si algo aprendí, es que es mejor estudiar, de verdad.
Y no faltaban los amigos con habilidades "especiales" para hacer trampa. Había uno de mis compañeros que tenía un talento increíble para escribir en miniatura. ¿Cómo lo hacía? Ni idea. Pero lo cierto es que, en un examen, el profesor empezó a revisar las manos de todos. ¡Mi amigo estaba tan nervioso! Intentó borrar la tinta con el pantalón, pero no le dio tiempo, y ahí lo pillaron. Fue el fin de la historia para él.
Otra cosa que me preocupaba mucho era mi estatura. En la secundaria, cada vez que regresaba de vacaciones, me fijaba en quién había crecido más. Y, para mi desgracia, casi siempre era el que menos crecía. Eso me acomplejaba, claro, pero con el tiempo aprendí a aceptarlo.
También hubo otro tema recurrente: mi cabello largo. Siempre me ha gustado tenerlo así, pero en la escuela no lo veían con buenos ojos. Recuerdo que los profesores siempre me decían que me lo cortara, y yo lo hacía, solo para que al día siguiente me dijeran que aún no estaba lo suficientemente corto. ¡Así que un día, harto de todo, decidí cortármelo tan corto que quedé prácticamente calvo! Aunque nunca me presenté como un vagabundo, estaba tan cansado de ese conflicto que decidí hacerlo. A veces, el sistema escolar no tiene mucha lógica ¿no?
Lo que realmente me marcó, más allá de los exámenes y los profesores, fueron los personajes que cruzaron mi camino. Como el profesor de matemáticas, por ejemplo. Este hombre siempre llegaba a clase con los ojos rojos. Todos pensábamos que estaba bajo los efectos de algo, hasta que un día nos explicó que tenía conjuntivitis. Al final, era un buen profesor, aunque a mí nunca me quedó claro lo que explicaba. ¡Matemáticas y yo no éramos buenos amigos!
Y la profesora de biología… Resulta que después de poner todo mi esfuerzo en un trabajo de grupo, terminé en reparación. Mis compañeros pasaron gracias a mi trabajo, pero yo… me quedé atrás. Es curioso cómo a veces las cosas no salen como uno espera.
Pero si algo de todo eso se me quedó grabado, fueron las amistades. Al principio, era bastante introvertido. Solo veía anime, hacía mis tareas y perdía mucho tiempo jugando. Pero con el tiempo, sobre todo en los últimos años, empecé a socializar más, a disfrutar más con mis amigos. Y la graduación… ese momento que todos esperamos, aunque yo, sinceramente, no recuerdo mucho de ese día. Si no fuera por Facebook, ni siquiera sabría qué pasó en esos momentos.
Lo cierto es que, aunque la secundaria no fue perfecta y no todo fue como esperaba, lo que realmente importa son esos recuerdos con mis amigos. Las experiencias compartidas, las risas, los momentos difíciles… todo eso es lo que nunca se olvida. Así que, si estás en esa etapa, disfruta cada momento porque, aunque a veces parezca que nada de lo que aprendes importa, las amistades y los recuerdos sí lo hacen.