Todos hemos cometido errores. Todos sin excepción .
Perdonarse a uno mismo puede sonar fácil, pero en realidad es uno de los actos más difíciles que podemos llevar a cabo. Es como cargar con una piedra invisible que te pesa constantemente, como un recordatorio de decisiones erradas que ya no puedes cambiar. Esa culpa, esa autocrítica constante, nos consume sin darnos cuenta. ¿Y qué conseguimos con ello? Nada. Simplemente seguimos atrapados en un ciclo de remordimientos, en un ciclo que nos aleja del presente.
Pero hay algo que podemos hacer, soltar. Reconocer que cometimos un error, aceptar que lo hicimos con el conocimiento y las circunstancias que teníamos en ese momento, y permitirnos aprender de esa experiencia. No se trata de ignorarlo o esconderlo, sino de entenderlo, de ver lo que podemos mejorar y crecer a partir de ahí.
Es esencial ser amables con nosotros mismos. Imaginen que ese error lo cometió un amigo. ¿Qué le dirías? ¿Le lanzarías culpas o serías comprensivo? Ahora, intenta decirte esas mismas palabras a ti mismo. La empatía hacia nosotros mismos es clave. Y, aunque al principio es difícil, lo más importante es empezar a dejar ir. Sí, puede doler, puede llevar tiempo, pero la paz que obtienes al liberarte de ese peso vale todo el esfuerzo.
Recuerda que no estás solo. Hay apoyo, ya sea en amigos, familia, o profesionales, que pueden ayudarte a procesar ese dolor y a dejar ir lo que ya no tiene lugar en tu vida. La clave está en aceptar el error, aprender de él, y seguir adelante.