En momentos de quietud, cuando todo parece estar en su lugar, buen trabajo, relaciones saludables, estabilidad económica, nos solemos hacer una pregunta desconcertante: ¿Por qué me siento tan mal? Parece que a pesar de tener todo lo que la sociedad considera éxito, algo sigue faltando. No somos los únicos .
Vivimos en un mundo donde constantemente nos dicen que deberíamos estar felices si todo va bien. La presión por cumplir con expectativas sociales de éxito puede ser abrumadora. Tener un trabajo estable, amigos, salud, y sin embargo, sentimos un vacío. Este fenómeno es conocido como el síndrome del impostor. A pesar de nuestros logros, sentimos que no merecemos lo que hemos alcanzado, como si todo fuera suerte o un golpe de suerte. Esto genera un malestar interno que nos impide disfrutar de lo que hemos logrado.
Pero no se trata solo de presión social o expectativas externas. El cerebro también juega un papel crucial. A medida que experimentamos situaciones positivas, nuestra mente se adapta, y lo que antes nos emocionaba ya no tiene el mismo impacto. Buscamos más y más, en una especie de "adicción" a la felicidad instantánea que nos deja vacíos. ¿Te suena familiar?
A veces el malestar profundo puede estar relacionado con algo más serio, como la ansiedad o la depresión. Estos sentimientos negativos a menudo no son evidentes, y pueden estar ocultos detrás de una sonrisa o de un "todo va bien". En mi caso, crecí sin que nadie se diera cuenta de que luchaba con depresión, y hoy quiero destacar lo más importante: no debes quedarte callado. Si sientes que algo no está bien, busca ayuda. Todos hemos pasado por momentos difíciles, y hablar sobre ello es un paso valiente hacia el bienestar.
Es natural tener días en los que no nos sentimos bien, incluso cuando todo parece estar perfecto. Lo importante es recordar que tus emociones no siempre se alinean con tu situación externa. Está bien sentirte así, pero también está bien pedir ayuda. Ser fuerte no significa aguantar todo solo; ser fuerte es saber cuándo buscar apoyo. No dejes que la presión por estar "bien" te haga sentir que eres el único con estas emociones. Todos enfrentamos desafíos, y lo más valioso es entender que siempre podemos dar un paso hacia la sanación.
Así que, si alguna vez te encuentras pensando "todo está bien, pero no me siento bien", recuerda que no estás solo y que hay caminos para sentirte mejor. La clave está en reconocerlo, hablarlo y pedir ayuda cuando sea necesario.