Un viejo relato.
Hace 2 días
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EL HOMBRE DEL SACO
¡Duérmete o vendrá el hombre del saco y te llevará con él! Le encanta comerse a los niños desobedientes…
Ese es uno de los absurdos más grandes que podemos decirles a nuestros hijos.
¿Cómo va a conciliar el sueño una criatura si le metemos el miedo en el cuerpo?
Pues justo eso fue lo que le pasó a Stefan.
Cuanto más se lo decían, más dificultad tenía para dormir.
Tumbado en la cama, oía pasar las horas en el reloj de cuco del comedor. Los monstruos rondaban cerca y él temía cerrar los ojos por miedo a que fuera precisamente entonces cuando se lo llevaran .
Su padre era relojero y en los buenos tiempos había ganado una fortuna, aunque ahora la situación era muy complicada y nadie compraba relojes, ya que cuando el mal acecha poco importa el tiempo.
El reloj sonó tres veces y el pequeño se levantó de la cama, cansado de dar vueltas. Fue hacia la ventana y vio algo que le erizó el vello.
¡El hombre del saco!
En efecto, una figura siniestra recorría las calles en busca de niños que se hubiesen portado mal. Llevaba un saco colgado de la espalda y su peso era considerable, pues le costaba desplazarse. Se detuvo en una esquina y miró en todas direcciones, como si tratara de orientarse.
¡Me busca a mí!
Regresó a la cama corriendo y se tapó hasta la cabeza.
—¡Mamá, prometo que a partir de ahora me portaré bien! —aseguró al día siguiente en cuanto se levantó.
—¿Qué te pasa, hijo?
A su madre se la veía preocupada.
—He visto al hombre del saco y no quiero que me lleve con él.
Ella se acercó y lo abrazó con ternura.
—El hombre del saco no existe. Es un cuento que os contamos los padres para que seáis buenos y obedientes, pero un jovencito responsable y obediente como tú, nada debe temer.
Stefan no quedó muy convencido y a la noche siguiente se cercioró de que era cierto lo que le dijo su madre. Permaneció de guardia en la ventana y no lo vio aparecer; ni tampoco lo hizo los días siguientes, por lo que se tranquilizó… hasta que cayó en la cuenta de que un niño tierno y jugoso debía durar bastantes días. Volvería a salir cuando se quedara sin comida. Y eso fue justo lo que ocurrió una semana después. Tantas noches en vela lo habían convertido en un sonámbulo que se dormía de pie, pero en aquel momento estaba despierto y muy despierto.
Tengo que salir de dudas.
La idea lo horrorizó, aunque era muy valiente y decidió seguirlo hasta su cubil.
Tal vez pueda rescatar al último chico que ha capturado.
Se descolgó por la ventana de su habitación y lo siguió a prudente distancia, no fuera a descubrirlo y el festín de esa noche tuviera segundo plato.
Ni siquiera era consciente de que otro peligro mucho peor acechaba por los alrededores.
Si me ven ellos me pegarán, pues no quieren que nadie salga de casa por la noche.
No lo verían, ni unos ni otro.
Siguió al hombre del saco hasta que lo vio meterse por un boquete en la pared y dudó qué hacer.
¿Y si era una trampa?
Tendría que arriesgarse.
Se metió a su vez por el boquete y el estómago se le encogió cuando una sombra se cernió sobre un grupo de gente reunida junto al fuego de una improvisada hoguera.
¡Tiene más amigos y van a comerse al niño que lleva en el saco!
El miedo que tenía hasta ese momento no pudo compararse con el que sintió cuando una mano lo agarró del brazo y lo arrastró hasta el grupo de gente reunida junto al fuego.
—¿Quién eres? —quiso saber alguien, pero la lengua se le había pegado al paladar y no pudo contestar.
—Yo lo conozco —respondió una mujer, sin duda una bruja—. Es el hijo del relojero.
—¿Qué haces aquí? —insistió el hombre que lo sujetaba del brazo.
—¡No quiero que me comáis! —sollozó Stefan.
—¿Comerte? —preguntó el hombre del saco con expresión asombrada.
—Creo que te confunde con el malvado que secuestra niños para comérselos.
Todos los presentes sonrieron débilmente, pues la situación no se prestaba a grandes alegrías.
—¿No lleva un niño en el saco?
Ahora se veía confundido al pequeño.
—Me temo que no…
El hombre desparramó el contenido del saco por el suelo y Stefan pudo ver de qué se trataba: algo de comida, unas velas y elementos de un botiquín.
De repente se escucharon pasos en el exterior y alguien arrojó agua al fuego, apagándolo completamente. Nadie se movía ni hablaba, conscientes de que en ello le iba la vida.
El rítmico sonido de botas militares pasó de largo y se escucharon suspiros de alivio.
—Regresa a casa y acuéstate —le aconsejó la mujer que había tomado por una bruja—. Y no vuelva a salir de noche con el toque de queda o esas bestias son capaces de pegarte un tiro.
—Sí, señora.
Corrió todo lo rápido que pudo, trepó por la verja y poco después  estaba en la cama. Ahora ya se veía capaz de conciliar el sueño, porque había descubierto que su pesadilla no tenía razón de ser, aunque a cambio le había sido revelado algo muy preocupante: los peores monstruos son los de verdad…
El gueto de Varsovia fue destruido en mayo de 1943, tras un heroico levantamiento que puso en jaque a los nazis.
Se estima que por el mismo pasaron unas 400.000 personas en tránsito hacia los campos de exterminio. Pocos sobrevivieron…
El hombre del saco puede que no exista, pero sí existen personas “muy olvidadizas” que prefieren ocultar la verdad para que la historia vuelva a repetirse.
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Iamely 1,102 puntos Hace 2 días Iamely 1102 puntos
Wao
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Hace 2 días
nicki.floa 3 puntos Hace 2 días nicki.floa 3 puntos
ehh
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Hace 2 días
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