¿Hasta qué punto la identidad de género puede ser moldeada? Esta pregunta impulsó uno de los experimentos más controvertidos de la historia: el caso de Bruce Reimer, conocido como "John/Joan". Lo que comenzó como un intento de reconstruir la vida de un bebé tras un accidente médico, terminó en un desastre que desnudó los peligros de la arrogancia científica y marcó un antes y un después en la comprensión de la identidad humana.
Bruce Reimer nació en 1965 en Canadá, junto a su hermano gemelo Brian .
Money convenció a los padres de Bruce para que lo criaran como niña, bajo el nombre de Brenda. Este experimento no solo era una apuesta personal del psicólogo, sino un intento por probar su teoría de la "neutralidad sexual", que afirmaba que los roles de género podían ser impuestos socialmente, independientemente del sexo biológico. Sin embargo, lo que siguió fue una sucesión de tragedias que reflejan los límites de la ciencia y las consecuencias de ignorar la ética.
Desde temprana edad, Brenda mostraba una resistencia natural al rol de género que se le había asignado. Prefería jugar con juguetes considerados "masculinos", se negaba a usar vestidos y expresaba con claridad que no se identificaba como niña. Esto, sumado al acoso escolar y las visitas anuales a la clínica de Money, donde era sometida a cuestionables prácticas, convirtió su infancia en un tormento.
A pesar de la evidente insatisfacción de Brenda, el Dr. Money seguía publicitando el caso como un éxito, ignorando las señales de que su teoría no estaba funcionando. Finalmente, a los 14 años, los padres de Bruce confesaron la verdad. Para él, fue un alivio conocer su historia y tomó la decisión de revertir su transición, asumiendo una identidad masculina bajo el nombre de David.
Aunque David logró reconstruir parte de su vida, casándose y adoptando hijos, el trauma que había vivido dejó cicatrices imborrables. Su hermano Brian, profundamente afectado por los eventos y la presión familiar, se suicidó en 2002. Dos años después, sumido en la culpa y la desesperación, David también puso fin a su vida.
El experimento John/Joan fue un fracaso rotundo, tanto a nivel científico como ético. Las tragedias que resultaron de este intento de manipular la identidad humana expusieron los peligros de las teorías simplistas y la falta de consideración por la dignidad de las personas.
Esta historia, aunque desgarradora, dejó lecciones importantes. Sirvió para abrir un debate más profundo sobre la identidad de género, la influencia de los factores biológicos y sociales, y la responsabilidad ética de los profesionales al experimentar con seres humanos.
Hoy, el caso de David Reimer es un recordatorio de que la ciencia debe avanzar con empatía y respeto, siempre considerando el bienestar de las personas por encima de las teorías.