En un pequeño rincón del Barrio Latino de París, Emma trabajaba en una librería antigua llamada "Le Papillon Bleu". Rodeada de libros polvorientos y el aroma de café recién hecho, su vida transcurría tranquila, pero solitaria .
Un hombre empapado entró corriendo, cerrando la puerta detrás de él con un suspiro de alivio. Su cabello castaño oscuro goteaba agua, y su abrigo largo estaba salpicado de lluvia. Emma levantó la mirada desde su escritorio.
—Perdona, ¿puedo quedarme aquí hasta que la tormenta pase? —preguntó él, mostrando una sonrisa tímida.
—Claro, siempre que te gusten los libros —respondió ella, sonriendo de vuelta.
Él asintió y comenzó a pasear por los estantes, observando los títulos como si cada uno contuviera un tesoro oculto. Se presentó como Lucas, un fotógrafo que había llegado a París para una exposición en el Louvre. Era encantador, con un aire de curiosidad y sencillez que cautivó a Emma al instante.
A partir de aquel día, Lucas comenzó a visitar la librería con frecuencia. Decía que buscaba inspiración, pero ambos sabían que era una excusa para verla. Pasaban horas hablando de todo: literatura, música, sueños y miedos. Lucas le mostraba sus fotos, y Emma le recomendaba libros que lo conectaban con la historia de la ciudad.
Una tarde, mientras paseaban por las calles adoquinadas, Lucas detuvo a Emma frente al puente de las Artes.
—Hay algo mágico en París —dijo él, mirando las luces reflejadas en el Sena—, pero creo que tú has sido lo más mágico que he encontrado aquí.
Emma no sabía qué responder. Su corazón latía con fuerza, pero las cicatrices de viejas decepciones le impedían entregarse por completo.
A medida que su relación avanzaba, Emma empezó a sentir miedo. No quería perder lo que tenía con Lucas, pero tampoco estaba lista para el dolor que podría traer amar a alguien. Una noche, mientras estaban en la librería, Emma le confesó sus inseguridades.
—He perdido mucho, Lucas. No sé si puedo arriesgarme otra vez.
Lucas la miró con ternura.
—Emma, el amor no es un riesgo, es un regalo. Si decides abrirlo o no, depende de ti, pero te prometo que vale la pena intentarlo.
Justo cuando Emma comenzaba a creer en la posibilidad de un futuro juntos, Lucas recibió una llamada de su editor. Le ofrecieron un proyecto en Nueva York que sería un gran paso en su carrera. Aunque intentaron buscar una solución, la distancia parecía inevitable.
La noche antes de que Lucas se fuera, se encontraron una última vez en el puente de las Artes. Lucas le dio una pequeña caja envuelta en papel kraft.
—No lo abras hasta que creas que estás lista para dar el paso —dijo con una sonrisa melancólica.
Emma asintió, conteniendo las lágrimas mientras lo veía desaparecer entre las luces de la ciudad.
Pasaron dos años. Emma siguió trabajando en la librería, pero su corazón siempre recordaba a Lucas. La caja permaneció cerrada en su escritorio, como un recordatorio de lo que pudo haber sido. Una tarde, mientras organizaba los libros, sintió una extraña necesidad de abrirla.
Dentro encontró una fotografía: era el puente de las Artes con una nota escrita en el reverso.
"Las luces de París siempre me recordarán a ti. Estoy aquí, esperando en nuestro lugar."
Emma no lo pensó dos veces. Corrió hacia el puente, su corazón latiendo con fuerza. Al llegar, lo vio allí, con la misma sonrisa cálida de siempre.
—¿Por qué volviste? —preguntó ella, entre lágrimas.
—Porque nunca me fui del todo —respondió él—. París no es París sin ti.
Esa noche, bajo las luces titilantes de París, Emma y Lucas se dieron cuenta de que el amor verdadero no conoce de miedos ni distancias. Juntos, empezaron una nueva historia, llena de aventuras, libros y fotografías que capturaban los momentos que nunca más dejarían pasar.
Porque en el corazón de París, siempre hay espacio para un nuevo comienzo.