¿Cuántas veces nos hemos quedado con las palabras atoradas en la garganta? Palabras que necesitaban salir, pero retuvimos... por miedo o por dolor, o quizás porque el nudo formado a punto de desbordarse si hablabamos no nos lo permitió .
O todas juntas acompañadas de un ser con el corazón roto.
Entonces supongo que han sido muchas, muchas veces en las que las palabras se quedaron como alfileres en mi débil corazón. Allí, a la espera, por meses... o años, quién sabe. Solo para tenerte frente a mí y decir todo lo que no pude, y asi, por meses cada vez que sufría atrapada en muchos "¿porques?" ; Sin respuestas. Decidí que plasmarlos era lo mejor que podría permitirme hacer y, vaya que lo fué.
Por eso, cada palabra escrita se quedó grabada en mi mente y salieron una por una a borbones de mi alma, dejándome respirar, ayudándome a sanar.
Pero, también quise que lo supieras. Supieras todo lo que muchas noches me retuve de decirte, de llamarte a las 2 de la mañana alcoholizada o simplemente impotente de amarte y que tú no a mí.
Quise buscarte para decirte todo lo que no pude esa tarde.
Decirte que me destrozaste, que desde que te fuiste te esperé cada maldita noche con el corazón estrujado en mi pecho y rogandole a Dios que el dolor se fuera. Decirte que te amé tanto que me costó entender que ya no estabas. Decirte que ver aquella foto con ella me dejó rota por dentro, sin poder respirar siquiera. Un dolor tan fuerte que llegué a pensar que la muerte sería menos dolorosa. Te necesité, te amé, te extrañé, te deseé; te quise buscar, te lloré; te odié, y finalmente... lo acepté. Acepté que te fuiste y que no importó, acepté que ya tú no eras mío y que tú no querías que yo fuera tuya, acepté que no te volvería a ver... sentir, tocar o besar, y que aquella sonrisa nunca más sería para mí. Y entonces, pasó... te superé, pero aún lates. Te superé, sin embargo hay días en los que me pregunto por tí, porque a pesar de todo, tú fuiste el amor de mi vida. El que me destrozó, pero también el que me enseñó a amar. Un amor que marcó tanto, que jamás te fuiste. Sigues allí, pero ya no dueles. Y eso se siente jodidamente bien.