En un rincón olvidado del mundo, entre montañas imponentes, se encontraba el Valle de los Gigantes. Un lugar místico envuelto en niebla y sombras, donde los árboles crecían tan altos como las torres de un castillo y el eco de las antiguas leyendas se susurraba en el viento .
Lía, una joven aventurera de espíritu indomable, había oído hablar del Valle desde que era niña. Sus abuelos le contaban historias de las criaturas que moraban en la oscuridad, de los tesoros ocultos y de los seres que caminaban entre las sombras, invisibles para los ojos humanos. Sin embargo, Lía no temía a las leyendas; de hecho, las deseaba. Quería descubrir la verdad detrás de las historias que le habían cautivado toda su vida.
Una tarde, decidió partir hacia el Valle de los Gigantes, ignorando las advertencias de su pueblo. Se armó con una mochila llena de provisiones, una brújula mágica que su abuelo le había dejado, y la determinación de encontrar lo que otros temían buscar.
A medida que se adentraba en el valle, la niebla se volvía más espesa, oscureciendo el camino. Los árboles, gigantescos y retorcidos, parecían susurrar, como si estuvieran vivos. El aire estaba impregnado de un extraño aroma a tierra húmeda y algo más… algo antiguo y olvidado.
De repente, algo se movió entre las sombras. Un susurro. Un crujido bajo sus pies. Lía se detuvo, con el corazón acelerado. Sabía que no estaba sola. Pero antes de que pudiera reaccionar, una figura gigantesca emergió de la niebla.
Era un ser enorme, con una armadura de piedra cubierta de musgo y enredaderas. Su rostro, en parte humano y en parte bestia, estaba marcado por cicatrices de viejas batallas. Sus ojos, sin embargo, eran como dos luces brillantes, reflejando la sabiduría de mil años.
"¿Por qué has venido, pequeña humana?" su voz retumbó en el aire como un trueno lejano.
Lía, aunque asustada, no dio un paso atrás. "He venido a conocer la verdad. He escuchado las historias, pero quiero saber si son reales. ¿Qué es lo que habita en este valle? ¿Quiénes son los gigantes?"
El gigante la observó en silencio durante un largo rato, como si estuviera evaluando su valía. Finalmente, asintió.
"Este valle es nuestro hogar, y el de aquellos que vinieron antes que nosotros. Los gigantes, como los llamas, somos los guardianes de los secretos antiguos, de la magia que dio forma a este mundo. Pero hace mucho, fuimos maldecidos por los dioses por un error cometido por nuestros ancestros. Ahora, vivimos entre las sombras, condenados a proteger lo que no debe ser liberado."
Lía sintió una mezcla de miedo y curiosidad. "¿Qué protegen? ¿Qué es tan importante?"
El gigante bajó la mirada, sus ojos llenos de pesar. "Un poder tan antiguo que podría destruir todo lo que conocemos. El valle guarda una puerta hacia un mundo prohibido, y solo los gigantes estamos destinados a vigilarla. Nadie más debe acercarse."
Pero Lía no estaba dispuesta a rendirse. "Si la puerta está aquí, entonces yo también tengo derecho a saber lo que hay al otro lado. ¿Qué hay detrás de esa puerta?"
El gigante suspiró profundamente. "Es un riesgo que no puedes comprender, joven humana. La puerta fue sellada hace siglos, pero si la abres, no habrá vuelta atrás. El mal que una vez desató el caos podría regresar."
Lía miró al gigante, determinada. "No tengo miedo. Quiero entender."
El gigante la observó por un momento, luego asintió lentamente. "Entonces, te llevaré a la puerta, pero debes prometer que si decides abrirla, serás consciente del peso que conlleva."
Guiada por el gigante, Lía avanzó a través del valle, adentrándose cada vez más en la niebla. Finalmente, llegaron a un círculo de piedras gigantes, en el centro del cual se encontraba una puerta de piedra cubierta de símbolos antiguos. Era tan majestuosa como aterradora.
"Esta es la puerta", dijo el gigante, señalándola. "Más allá de ella, hay un poder que no puede ser controlado. No importa lo que veas, lo que sientas, nunca olvides lo que representas."
Lía se acercó a la puerta, tocándola suavemente. Los símbolos brillaron y la puerta comenzó a moverse lentamente, abriéndose ante ella.
Pero antes de que pudiera cruzar, el gigante la detuvo. "Recuerda, no es solo el futuro de tu mundo lo que está en juego. Si abres esa puerta, lo que liberes también tendrá consecuencias para ti."
Lía miró al gigante por última vez, una mezcla de emoción y temor en su mirada. Sabía que, al abrir esa puerta, su vida cambiaría para siempre. Sin embargo, no podía dar marcha atrás. La verdad la llamaba, y estaba dispuesta a enfrentarse a lo que fuera necesario para descubrirla.
La puerta se abrió completamente, revelando un abismo oscuro lleno de secretos olvidados. Lía dio un paso hacia adelante, sin mirar atrás, preparada para enfrentarse a las sombras que acechaban en el Valle de los Gigantes.