Entre 1819 y 1823, ya en sus últimos años y rodeado por una atmósfera de enfermedad y desengaño, Francisco de Goya creó una serie conocida como las Pinturas Negras, y esta obra, Saturno devorando a su hijo, es probablemente la más estremecedora de todas.
La imagen es brutal: Saturno, el titán de la mitología griega que teme ser destronado por sus propios hijos, se representa como una figura demente, con ojos desorbitados y una expresión de horror descontrolado, mientras devora un cuerpo indefenso. El detalle es crudo, sin concesiones, con el cuerpo de la víctima reducido a carne desgarrada y sangre .
Lo más curioso es que esta pintura no estaba destinada al público. Goya la hizo para sí mismo, en las paredes de su casa conocida como la Quinta del Sordo. No usó lienzo en un principio, sino directamente la pared, como si este acto de creación fuera más una necesidad visceral que un trabajo artístico. La casa estaba llena de estas imágenes sombrías, reflejo de una mente atormentada por los horrores que había vivido, desde la guerra de independencia hasta su propia lucha contra la sordera y el aislamiento.