Eran las 3:39 de la madrugada del 24 de marzo. En el silencio de la noche, Nicole, una joven aparentemente común, estaba lejos de dormir .
Nicole no estaba sola. En su casa, una amiga llamada Giuliana dormía en el suelo, ajena al peligro que se cernía sobre ella. Horas antes, habían estado juntos, drogándose, compartiendo una noche que parecía rutinaria. Pero algo cambió. Nicole y su novio, Ayers, decidieron que la vida de Giuliana valía menos que su próxima dosis.
Las búsquedas de Nicole reflejaban su desesperación y torpeza. Desde métodos de asesinato hasta excusas para justificarlo, como simular un sonambulismo fatal. Nada parecía funcionar. Pero, al final, no necesitó la precisión de sus búsquedas. Decidieron actuar con sus propias manos.
Nicole intentó partirle el cuello a Giuliana, pero no tenía la fuerza suficiente. La chica despertó, aterrada, y el caos se desató. Entre Nicole y Ayers, terminaron estrangulándola. ¿El motivo? Robarle la cartera y continuar con su espiral de drogas.
Lo más perturbador no fue solo el asesinato, sino lo que vino después. Como si nada hubiera pasado, la pareja salió a celebrar, bebiendo y compartiendo fotos en redes sociales. Mientras tanto, el cuerpo de Giuliana permanecía en el suelo de la casa, empezando a descomponerse.
Cuando las drogas se desvanecieron, también lo hizo la confianza entre ellos. Mensajes llenos de amenazas, reproches y desesperación comenzaron a volar. Ayers exigía ayuda para deshacerse del cuerpo, mientras Nicole evitaba enfrentarse a la realidad. “Tenemos un cadáver en casa y te pones a jugar”, escribió él, furioso.
La tensión llegó a un punto de quiebre cuando Ayers confesó el crimen a un compañero de trabajo, incapaz de soportar la carga. La policía no tardó en arrestarlos. Nicole intentó culpar a Ayers, pero las búsquedas en su móvil y los mensajes contaron una historia diferente: una en la que ella había planeado el asesinato desde el principio.
Giuliana murió porque confió en las personas equivocadas. Su cuerpo, abandonado en una habitación, fue el testigo mudo de una tragedia que nunca debió ocurrir.
Esta historia no es solo un relato de crimen; es un recordatorio de cómo la oscuridad puede surgir de lo cotidiano, y de cómo las decisiones equivocadas pueden destruir vidas en un instante.
