Era un día cualquiera, ni frío ni caluroso, cuando Lucas se detuvo frente al café donde siempre iba a leer por las tardes. No era su plan inicial; en realidad, había planeado ir al parque, pero algo dentro de él le decía que debía entrar allí .
Al entrar, una cálida corriente de aire lo envolvió. Había poca gente, solo un par de personas sentadas en mesas cercanas. Se dirigió a su rincón habitual, pero algo lo hizo detenerse. Una chica con una bufanda roja estaba sentada cerca de la ventana, leyendo un libro. Aunque no era la primera vez que veía a alguien leyendo en el café, algo en su postura y en la concentración de su rostro le llamó la atención.
Sin pensarlo, Lucas se acercó. "¿Este asiento está ocupado?" preguntó, señalando la silla vacía frente a ella.
Ella levantó la vista y, al principio, se mostró sorprendida, pero rápidamente sonrió. "No, claro, siéntate".
Se sentó, algo nervioso, sin saber por qué estaba allí. La joven, que tenía unos ojos brillantes y curiosos, volvió a centrarse en su libro, pero Lucas notó que de vez en cuando, sus ojos se deslizaban hacia él.
El silencio se alargó por unos segundos, pero él no pudo soportarlo. "¿De qué trata tu libro?" preguntó con una sonrisa tímida.
Ella levantó la vista nuevamente, esta vez con una expresión de sorpresa, pero no por la pregunta, sino por la facilidad con la que Lucas había roto el hielo. "Es una novela de amor," respondió, "pero más que eso, trata sobre cómo las decisiones que tomamos nos llevan a lugares y personas que jamás imaginamos."
Lucas sonrió. La coincidencia de esas palabras lo hizo sentir un cosquilleo en el estómago. "Curioso," dijo, "porque yo también estoy en un momento en el que siento que el destino está jugando su carta."
Ella levantó una ceja, intrigada. "¿En qué sentido?"
Él se recostó un poco en la silla, mirando por la ventana mientras pensaba en sus palabras. "He estado tomando decisiones que no pensaba que tomaría. Como hoy, venía a este café sin planearlo, y aquí estoy, hablando contigo."
La chica lo miró por un momento, luego sonrió. "Quizá el destino también esté jugando su carta contigo."
Y con esas palabras, algo cambió. En un instante, la conversación fluyó con naturalidad, como si ambos hubieran estado esperando ese encuentro. Hablaron durante horas, compartiendo historias, risas y secretos, como si se conocieran desde siempre.
Al final de la tarde, cuando el sol se ponía, ambos se levantaron. "Creo que el destino también te ha traído a mí," dijo ella con una sonrisa encantadora.
Lucas, sintiendo una conexión inexplicable, asintió. "Quizá," dijo. "O quizá solo tomamos las decisiones correctas."
Con una última mirada, ella salió del café, dejando a Lucas con la sensación de que algo muy importante acababa de comenzar. Y en su corazón, una pequeña chispa encendió la esperanza de que, tal vez, el destino no solo juega sus cartas; a veces, las reparte cuando menos lo esperamos.