El pacto eterno: Amistad que desafía al tiempo??
Hace 6 días
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Desde pequeños, Clara y Andrés habían compartido todo: risas, secretos, sueños y hasta temores. Vivían en el mismo vecindario, y desde que sus padres se conocieron, la amistad entre ellos floreció sin obstáculos .

Sus tardes se llenaban de juegos en el parque y largas conversaciones sobre el futuro, siempre con la promesa de que, pase lo que pase, siempre serían amigos.

Una tarde de verano, mientras caminaban por su lugar favorito, un rincón tranquilo al borde del río, Andrés se detuvo y la miró con una intensidad que Clara no había notado antes.

–Hay algo que quiero hacer –dijo él, algo serio en su voz–. Quiero que hagamos un pacto, uno que nos asegure que siempre seremos amigos, sin importar lo que suceda, aunque crezcamos y nuestras vidas cambien.

Clara frunció el ceño, pero, al ver la seriedad en sus ojos, asintió. Andrés sacó un pequeño cuaderno que siempre llevaba consigo, un cuaderno lleno de recuerdos de su infancia, y escribió en él con su letra firme:

"Nos prometemos que, aunque el tiempo y la distancia nos separen, siempre seremos amigos. Sin importar los cambios que vengan, nunca dejaremos de ser los mismos. A pesar de todo, siempre habrá un rincón en nuestros corazones donde podamos encontrarnos."

Lo miró en silencio mientras él cerraba el cuaderno, y luego, con una sonrisa tímida, extendió su mano.

–Entonces, ¿pacto sellado? –preguntó.

Clara sonrió con la misma ternura que él, tomando su mano.

–Pacto sellado.

Años pasaron, y con ellos llegaron cambios inevitables. Andrés se fue a estudiar a otra ciudad, y Clara comenzó a trabajar en un proyecto que la mantuvo ocupada. Pero a pesar de las distancias y las nuevas vidas que construyeron, siempre hubo algo que los mantuvo unidos: ese pacto, esa promesa que había quedado grabada en sus corazones.

Un día, años después, Clara recibió una llamada de Andrés. Había vuelto a la ciudad por unas semanas y, sin decirle nada, la invitó al parque donde habían hecho el pacto.

–Te he estado esperando –dijo Andrés con una sonrisa al verla acercarse.

Ambos se sentaron en su rincón al borde del río, mirando el agua fluir, como tantas veces antes.

–¿Recuerdas el pacto? –preguntó él.

Clara lo miró, con una mirada que decía más que mil palabras. El tiempo había pasado, pero su amistad seguía intacta. El pacto de los eternos amigos no había cambiado. Ningún problema, ni distancia, ni cambio en sus vidas había logrado romperlo.

–Lo recuerdo –respondió Clara, sonriendo–. Siempre lo recordaré.


















Y, como siempre lo habían hecho, se quedaron allí, juntos, sin necesidad de palabras, sabiendo que nada podría separarlos. Porque a veces, los pactos más simples son los que duran para siempre.

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