El sol se estaba poniendo, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados, mientras Clara caminaba por la orilla del lago. La brisa suave le acariciaba el rostro y, por un momento, cerró los ojos para disfrutar de la calma que la rodeaba .
Nunca había pensado que algo más que una amistad pudiera nacer entre ellos. Se conocían tan bien que las palabras sobraban. Pero en las últimas semanas, algo había cambiado. Los pequeños gestos, las miradas fugaces y las sonrisas cómplices comenzaron a confundirla. Había algo más en el aire, algo que no podía identificar con certeza, pero que no podía ignorar.
De repente, escuchó unos pasos detrás de ella. Abrió los ojos y vio a Alex acercándose, su sombra alargada en el agua reflejada por el sol. Se detuvo justo a su lado, sin decir nada, simplemente observando el horizonte. Clara sintió el peso de la conversación que no se atrevía a iniciar.
“¿Sabes?”, dijo él al fin, rompiendo el silencio. “Siempre me ha gustado este lugar. Es... tranquilo. Como tú.” Clara lo miró de reojo. Él estaba sonriendo, pero era una sonrisa suave, llena de algo que no alcanzaba a comprender.
“Yo también lo siento así”, respondió ella, sin poder evitar que su corazón latiera un poco más rápido. Los dos se quedaron en silencio, observando el lago y la puesta de sol. Pero Clara sabía que el silencio entre ellos ya no era el mismo. Había una tensión que nunca antes había estado allí.
Finalmente, Alex giró la cabeza hacia ella y la miró fijamente. Clara se vio atrapada en la intensidad de sus ojos, aquellos ojos que siempre había considerado solo amigos, pero que ahora reflejaban algo más profundo, algo que la hacía sentirse vulnerable.
"Clara," dijo él, su voz grave y suave, "he estado pensando en nosotros... en lo que somos. Y no sé si tú sientes lo mismo, pero no puedo seguir ignorando lo que veo en tus ojos cada vez que me miras."
Ella sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. Sus palabras resonaban en su mente, y en sus ojos vio lo mismo que él acababa de mencionar: la verdad que ambos temían aceptar.
"Alex..." murmuró, con la garganta cerrada, "yo... yo también lo he sentido."
Y entonces, en ese instante, todo lo que habían sido hasta ese momento pareció desvanecerse. Solo quedaba el reflejo de sus ojos, un reflejo que, por primera vez, no ocultaba lo que realmente sentían.
Sin más palabras, él dio un paso hacia ella y, con un delicado gesto, rozó sus labios con los de ella. El mundo a su alrededor desapareció, y por fin comprendió lo que se sentía al ver el amor reflejado en los ojos del otro.
Era un amor inesperado, pero real. Un amor que siempre estuvo ahí, esperando a ser descubierto. Y Clara, en ese preciso momento, supo que todo había cambiado, pero para bien. En el reflejo de sus ojos, vio un futuro que nunca había imaginado, pero que ahora deseaba con todo su ser.
