El sol se ponía detrás de las montañas, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosas. En el parque, un grupo de amigos se había reunido para pasar la tarde juntos, como lo hacían desde hace años .
Andrés, con su risa contagiosa y su mirada profunda, se sentó junto a Valeria, como siempre lo hacía. Su presencia, aunque cálida, parecía tener algo de incertidumbre en el aire. Ambos sabían que su relación estaba en una delgada línea, entre la amistad y algo más. Sin embargo, nunca se atrevían a cruzar esa línea. La comodidad de su amistad les impedía confesar lo que realmente sentían.
"¿Sabías que las estrellas tienen un brillo diferente cuando las miras con alguien especial?", dijo Andrés, mirando al cielo, su tono juguetón ocultando una sensación de vulnerabilidad.
Valeria sonrió, pero sus ojos brillaban con algo más profundo. "Tal vez, pero a veces las estrellas se ven más hermosas cuando no las estás mirando, sino cuando las compartes con alguien."
Andrés giró hacia ella, sorprendido por su respuesta. Las risas de sus amigos, a lo lejos, se escuchaban como una melodía distante, mientras el silencio entre ellos se volvía más palpable. Valeria se sintió ligeramente nerviosa, pero la calidez de su presencia lo disipó. Estaba tan cerca de él, pero tan lejos a la vez.
"Creo que nos entendemos muy bien, ¿verdad?", dijo Andrés, finalmente rompiendo el silencio. "A veces siento que nuestras risas son lo único que nos mantiene cerca, pero hay algo más, algo que nunca dijimos."
Valeria sintió un nudo en el estómago, una mezcla de emoción y miedo. "No quiero que las risas se terminen, Andrés. No quiero perder nuestra amistad, pero..."
"Pero a veces no sé si puedo seguir pretendiendo que no siento lo mismo", respondió él, casi en un susurro, mirando sus ojos.
El viento suave movió las hojas de los árboles, y en ese momento, todo a su alrededor parecía desvanecerse. Sólo quedaban ellos, el uno frente al otro, atrapados en la magia de un susurro compartido. Las risas lejanas de los demás se convirtieron en ecos, mientras la verdad entre ellos flotaba en el aire.
Valeria, con el corazón latiendo con fuerza, susurró: "Yo también siento lo mismo, Andrés. Pero no quiero que esto cambie lo que somos."
Andrés sonrió, y por primera vez, su mirada se llenó de una suavidad que Valeria había esperado ver durante tanto tiempo. "Tal vez, lo que somos está destinado a ser algo más... Pero no importa lo que pase, siempre habrá risas entre nosotros, ¿verdad?"
Y mientras las estrellas comenzaron a brillar con fuerza en el cielo, sus susurros entre risas se convirtieron en la promesa de un amor que, aunque tímido, estaba destinado a crecer.
Fin.