La lluvia golpeaba contra las ventanas de la vieja mansión, creando una melodía fúnebre. Amelia, de pie frente al espejo, observaba su reflejo: una mujer de rostro pálido y ojos hundidos, producto de las últimas semanas de insomnio .Su esposo, Thomas, había desaparecido hacía dos días. La policía no había encontrado ninguna pista, solo una carta escrita con una caligrafía desconocida que decía: "Lo siento, pero él debe partir".
 
Amelia, incapaz de creer la frialdad de las palabras, buscaba un significado oculto en la nota. ¿Quién podría querer a Thomas fuera de sus vidas? Él era un hombre de bien, querido por todos.
 Comenzó a revisar las pertenencias de su esposo, buscando cualquier detalle que pudiera arrojar algo sobre la situación en un viejo cofre de madera, encontró un diario con un candad se las arregló para abrirlo con una vieja llave que encontró entre los papeles de Thomas. Las letras, escritas en tinta roja, revelaban una historia aterradora: un pasado oscuro que Thomas había intentado borrar hablaba de un pacto con un misterioso individuo, un pacto que lo había convertido en un hombre rico pero que lo había condenado a una vida llena de secretos y peligros.
 
Conforme Amelia leía, comprendía la verdad: Thomas había sido víctima de sus propias acciones y ahora pagaba las consecuencias al final del diario, una última nota: "El 15 de octubre, la deuda será saldada". La fecha: dos días después de la desaparición de Thomas.
 
El miedo la congeló se sentía atrapada en un juego que no comprendía de pronto, una sombra se dibujó en la ventana. Una figura oscura, envuelta en un manto negro, la observaba desde afuera. Amelia, con la voz temblorosa, murmuró: "Thomas, ¿eres tú?" La figura no respondió, solo se alejó, perdiéndose en la noche.
 
Amelia, aterrada, se hundió en el sofá, abrazando el diario. La lluvia seguía golpeando las ventanas, como un latido de muerte. Ahora tenía que enfrentar la verdad, la oscuridad que se cernía sobre ella y la amenaza que se acercaba. El 15 de octubre, la deuda sería saldada, pero ¿quién pagaría la factura?