Extraviado, extaciado y enamorado. Pero quien no se iba a perder, en tan divinos ojos, grandes como Goliat, imponentes e infinitos, como un cielo estrellado a mitad del desierto.
Esas pestañas, tan largas como el tiempo, frágiles como un trigal, pero con cada parpadeo, un huracán se desataba en mi interior.
Me perdí, en esa sonrisa, cálida como fogata, intensa como su fuego, tan placentera, y duradera.
Arropado en sus clavículas, filosas y encantadoras, supe, que aquel hombre, fuerte, sensato, y animal que creí ser, tenía un talón de Aquiles, esa mujer, que con gozo, amor, pasión, y una pizca de vanidad.. .