- Capítulo 41 -
(Primera parte)
Muchas veces los seres humanos afrontamos la vida de una forma pasiva, y estamos esperando con enorme y equivocada paciencia, que algo cambie para mejorar nuestra existencia, que se nos antoja muy poco atractiva.
En demasiadas ocasiones las personas se convierten en títeres de las circunstancias, y se dejan manejar de forma incomprensible por los hilos manipuladores de otros individuos, que se cuelan sigilosamente en sus vidas, ejerciendo una personalidad dominante y controladora, que se aprovecha de la debilidad propia de mentes fácilmente manejables, caracterizadas sobre todo por una poca o nula fuerza de voluntad, y una muy baja autoestima.
El ser humano, ha de ser siempre dueño de sí mismo, y basándose en esto, ha de construir de forma sólida y contundente su paso (firme) por este siempre misterioso y muchas veces incomprensible planeta llamado Tierra.
La tarea de construcción ha de ser permanente, y no se debe de delegar en otras personas para que lo hagan por uno.
Los objetos y los animales solamente pueden ser lo que son, sin embargo los seres humanos somos muy diferentes (desgraciadamente, y en comparación con los animales, muchas veces salimos peor parados, por las cosas tan absurdas y en ocasiones, crueles, que hacemos), podemos y debemos construirnos a nosotros mismos, y llevarlo a la práctica de la forma más positiva que nos sea posible.
Existen sin embargo, ciertas barreras con las que muchos tropiezan, y quizá, en demasiadas ocasiones, se convierten en montañas imposibles de escalar, aunque a este respecto, conviene decir, que muchas veces la imponente e inaccesible cima, intimida más cuando se piensa en ella, que cuando uno se calza las botas de escalada y comienza poco a poco, paso a paso a recortar distancias con el lejano objetivo.
En muchos momentos los tropiezos son fruto de las propias autolimitaciones, que las personas se empeñan en cargar a su espalda, incluso los más masoquistas, también se las cuelgan al cuello. El resultado, es que siempre que caminan, tienen que soportar esa pesada carga, como si tuvieran que llevar pegada a su cuerpo de forma permanente, una mochila repleta de piedras, y si esto no fuese suficiente, se cuelgan un lastre extra a modo de collar de hormigón.
No exageramos en lo que aquí exponemos, si tenemos en cuenta que los seres humanos, en algún momento de nuestras vidas nos movemos dominados por un convencimiento erróneo, de que no estamos capacitados para lograr determinadas metas que nos hemos propuesto, y nos vemos a nosotros mismos, como unos fracasados incapaces de alcanzar los objetivos que pretendemos conseguir .Por desgracia, son bastante las personas que tienen estos pensamientos negativos de forma permanente.
Si nos paramos a pensar detenidamente sobre nuestra forma de comportamiento, cosa que por otra parte, no hacemos casi nunca, ya que vivimos demasiado rápido y hay poco tiempo para pararse a reflexionar sobre nuestra propia existencia, nos daremos cuenta, que en demasiadas ocasiones las personas nos vemos lastradas por un concepto equivocado y absurdo que tenemos de nosotros mismos, de nuestra forma de ser, y que nos incapacita para crecer y avanzar en cualquier actividad que pretendamos llevar a cabo.
Pensamos que somos de una determinada manera, y que no podemos cambiar por mucho que lo intentemos, ya que además, somos absolutamente conscientes, de que esa forma de ser nos perjudica. Pues bien, cualquiera puede cambiar para mejorar, pero, siempre que ese cambio sea una decisión fruto del propio convencimiento, pero nunca de la imposición de otras personas.
Cambiar porque otros te dicen que lo hagas, no es una opción para nada recomendable, sobre todo a partir de ciertas edades (no hablamos de niños y adolescentes, incluso jóvenes, que necesitan de forma permanente el consejo y orientación de padres y educadores).
Continuará…
Fran Laviada