La vida, en su esencia, está marcada por la impermanencia. Las pérdidas son inevitables, pero nuestra respuesta a ellas define nuestro carácter .
La filosofía estoica nos enseña que el sufrimiento es parte del camino humano y que, en lugar de resistirnos, debemos aceptar lo que no podemos cambiar.
Cuando enfrentamos una pérdida, es natural sentir dolor, pero también es una oportunidad para crecer. Al igual que el fénix que renace de sus cenizas, podemos encontrar en la adversidad la chispa que enciende nuestra fortaleza interior.
Recuerda que no somos dueños de lo que sucede a nuestro alrededor, pero sí de cómo respondemos. Cultiva la resiliencia, abraza la tristeza, y permite que cada experiencia te acerque más a la sabiduría. En cada despedida, hay una lección; en cada lágrima, una semilla de fortaleza. La vida sigue, y con ella, la oportunidad de renacer más fuerte.