En un pequeño pueblo rodeado de montañas y valles, vivía una joven llamada Sofía. Era una persona muy amable y siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás.

Sofía vivía con su madre, quien había perdido a su esposo en un accidente de trabajo cuando Sofía era solo una niña .A pesar de la difícil situación, la madre de Sofía siempre había trabajado duro para proporcionarle a su hija una vida cómoda.

Sin embargo, la vida de Sofía cambió drásticamente cuando su madre fue diagnosticada con una enfermedad terminal. La madre de Sofía luchó contra la enfermedad durante varios meses, pero finalmente sucumbió.

Sofía se quedó sola y sin recursos. El pueblo era pequeño y no había muchas oportunidades de trabajo. Sofía se vio obligada a dejar la escuela y buscar trabajo en la ciudad más cercana.

A medida que pasaban los días, Sofía se sentía cada vez más sola y desesperada. Extrañaba a su madre y se sentía abrumada por la responsabilidad de cuidar de sí misma.

Un día, mientras caminaba por la calle, Sofía vio a una anciana sentada en un banco, llorando. Sofía se acercó a la anciana y le preguntó qué pasaba. La anciana le contó que había perdido a su esposo y que se sentía sola y abandonada.

Sofía se sintió identificada con la anciana y se sentó a su lado. Ambas se quedaron en silencio durante un rato, llorando y compartiendo su dolor.

En ese momento, Sofía se dio cuenta de que no estaba sola. Había otras personas que también estaban sufriendo y que necesitaban apoyo y compañía.

A partir de ese día, Sofía se convirtió en una visita regular de la anciana. Ambas se apoyaron mutuamente y se ayudaron a superar su dolor.

Aunque la vida de Sofía nunca volvió a ser la misma, aprendió a encontrar consuelo en la compañía de los demás y a apreciar la belleza de la vida a pesar de la tristeza.