¿Por qué las personas nos dedicamos tanto a cuestionarnos la vida, el tiempo, lo que se debe hacer, o no hacer; lo prohibido, lo que nos pertenece, o no?.
Tenemos una vida complicada, donde todo implica levantarse todas las mañanas y preguntarnos por qué debemos hacerlo; predisponernos un objetivo o meta ya es parte de el día a día .
No podemos hacer nada, sin el conocimiento de saber que nos programamos todos los días, es que ¿acaso somos robots? O ¿pretendemos serlo?. Ahora mismo por ejemplo, estoy sentada en un vagón del tren con el celular en mis manos y mi música en mis oídos, para distraerme de lo que sucede a mi alrededor o de lo que sucederá en cuanto llegue a mi destino final y por qué voy a camino a ello y no a aquello.
Queremos ser libres, personas capaces de hacer muchas cosas, de salir de nuestra rutina; pero este sistema no nos desprende; vivir el presente y aceptarlo no es fácil, desde que somos niños no podemos quedarnos quietos, todo lo queremos saber y hacer.
Carecemos de amor, humanidad y muchos valores; existe una infinidad de personalidades, cada uno de nosotros tiene una esencia y un gran propósito. Somos tan impredecibles que eso nos hace únicos y de gran valor, pocos podemos conseguir la conexión con nuestro ahora, pero es tan justificable saber lo difícil que es lidiar con lo que somos. Porque hay una constante interrogación que nos lidera y no nos deja actuar con nuestros cinco maravillosos sentidos y con el alma.
Dejemos de pensar, dejemos que el viento nos sople en la cara, que las hojas acaricien nuestra silueta y nos cubra la lluvia intensa.